El derecho a la no maternidad – La que Arde https://www.laquearde.org Revista digital Tue, 31 Oct 2017 03:21:47 +0000 en-US hourly 1 https://wordpress.org/?v=4.9 Fondo María: Desobedientes salvando vidas en el país de la muerte. Por Lydia Zárate https://www.laquearde.org/2016/03/01/fondo-maria-desobedientes-salvando-vidas-en-el-pais-de-la-muerte-por-lydia-zarate/ https://www.laquearde.org/2016/03/01/fondo-maria-desobedientes-salvando-vidas-en-el-pais-de-la-muerte-por-lydia-zarate/#respond Wed, 02 Mar 2016 01:20:51 +0000 https://www.laquearde.org/?p=5043 El concepto de “homicidio” siempre ha sido maleable y relativo en México en boca de sus autoridades. En 2007, por ejemplo, 4 soldados violaron y torturaron a Ernestina Ascencio, abuela indígena de 73 años, en la sierra de Zongolica, en Veracruz, para después arrojarla, moribunda, a una zanja. Después de 15 horas de agonía en …

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El concepto de “homicidio” siempre ha sido maleable y relativo en México en boca de sus autoridades. En 2007, por ejemplo, 4 soldados violaron y torturaron a Ernestina Ascencio, abuela indígena de 73 años, en la sierra de Zongolica, en Veracruz, para después arrojarla, moribunda, a una zanja. Después de 15 horas de agonía en el hospital al que la llevaron quienes la encontraron, Ernestina falleció. Los médicos que la atendieron señalaron en sus reportes haber encontrado fracturas en el cráneo, la cadera y las costillas de Ernestina, y que había sido violada vía vaginal y anal, también con objetos de metal. Todo fue meticulosamente corroborado por los médicos forenses y legistas que revisaron su cadáver. Antes de morir, la misma Ernestina le dijo a su hija que había sido atacada por militares.

En un punto de la investigación, la Secretaría de la Defensa Nacional incluso informó que había tomado muestras de semen del cuerpo de Ernestina para ubicar a los culpables. Este aplastante corpus de evidencia, aunado a otras tantas, que no menciono por cuestiones de espacio, dio un vuelco asombroso, por decir lo menos, en cuanto cayó en manos del entonces usurpador de la presidencia, Felipe Calderón, quien precisamente en esos momentos se estaba apoyando políticamente en la imagen del ejército para legitimar el turbio proceso mediante el cual llegó a la presidencia.

Previa amenaza en unos casos, y destitución de sus puestos en otros, algunxs de estxs médicxs, funcionarixs y peritxs comenzaron a desistirse de sus declaraciones, y Calderón procedió a ensuciar el proceso a la más pura manera de los ilusionistas del derecho: Ni soldados, ni violación, ni testimonio de Ernestina, ni peritos, ni homicidio, ni nada: ella había muerto de una gastritis mal cuidada, porque así lo decía él, (de eso se mueren las mujeres pobres, ¿no?) y así ordenó que se inscribiera en las versiones oficiales, con el apoyo incondicional de José Luis Soberanes, entonces ombudsman de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH).

“He estado pendiente del caso de la señora que se dice asesinaron en Zongolica. La CNDH intervino y lo que resultó de la necropsia fue que falleció de gastritis crónica no atendida. No hay rastros de que haya sido violada”. Felipe Calderón Hinojosa

Lo mismo ocurrió con Digna Ochoa, Nadia Vera y un irreferible número de defensoras y defensores de los derechos humanos y periodistas, cuyos asesinatos a manos del gobierno mexicano han sido mágicamente transformados en suicidio o en “asunto del crimen organizado” por obra del realismo mágico del genocida en turno. Todo esto sin mencionar que la guerra perpetrada contra la población civil desde el gobierno federal, particularmente encarnizada en los dos últimos sexenios, le ha arrebatado la vida a cientos de miles de mujeres y hombres sin mayores aspavientos, bajo el escudo de la legitimidad.

Es en este juego hipócrita y abyecto donde se inscribe el término “homicidio agravado por razón de parentesco”. Así es como decidió nombrar la clase política en México al ejercicio del derecho de una mujer a interrumpir el desarrollo de una mórula en su vientre, mismo que, a todas luces, no aplica si es un hombre quien lo ejerce acuchillando o disparando el vientre de su pareja. Tampoco aplica si es el Estado quien decide que esa mujer no parirá, como lo demostró Vicente Fox, quien obligó durante su gestión a mujeres indígenas a utilizar métodos de anticoncepción bajo amenazas de retirarles apoyos contra la pobreza, como el Programa de Educación, Salud y Alimentación (Progresa).

“Niñas violadas que son obligadas a ser madres. Mujeres que pierden su trabajo por estar embarazadas. Niñas a las que se les niega un método anticonceptivo y otras a las que se les obliga a usarlo. Mujeres que desean tener hijos y el estado les pone barreras. Niñas y mujeres para las que la sala de parto es su tumba. Éstas también son ejecuciones. Terminan con planes de vida, con sueños, con familias, con futuros, con sonrisas”. Regina Tamés.

Para quienes tenemos la voluntad de analizar el problema a profundidad, el criterio está muy claro: no se trata de que al crimen organizado que conforman iglesia y Estado le preocupe “la vida”: ni la de las mórulas ni la de las mujeres (jamás he visto a Norberto en ninguna marcha clamando por los asesinatos de niñas y mujeres en Juárez, por ejemplo), se trata de ejercer control sobre las mujeres, de arrebatarles la capacidad de decidir sobre sus propios destinos.

La cacería en todo el país es encarnizada: mientras los crímenes de los Maciel, Moreira, Duarte, Fox, Borge y Calderón, entre muchxs otrxs, siguen impunes, en México actualmente hay más de 600 mujeres presas en México por interrumpir un embarazo, pero también por sufrir abortos espontáneos; se calcula que desde 1990 han muerto en el país 30 mil mujeres por abortos practicados en condiciones inseguras, la gran mayoría indígenas, a quienes el mismo sistema les ha arrebatado el poder económico del que gozan las que tienen el dinero para practicarse un aborto sin poner en riesgo la vida.

Como es evidente, la cacería de brujas no ha cesado desde los tiempos de la inquisición, sólo ha cambiado de nombre. La instrucción es precisa: perseguir y castigar social e institucionalmente a las mujeres que osen decidir sobre sus cuerpos.

En este contexto de terrorismo machista contra las mujeres surge Fondo María, organización que, como las que se dieron durante el holocausto judío, más allá de desobecer y negarse a formar parte de la cacería, tuvieron el valor de arriesgarse para ayudar a salvar la vida de las víctimas.

En un sólido acto de autodefensa feminista, estas mujeres decidieron conformar el primer, y hasta ahora único, fondo de aborto de América Latina, que tan sólo este año movilizó $1,428,967 pesos para apoyar a las mujeres a ejercer su derecho a decidir. También formaron a la 5ta generación de acompañantes voluntarias del Fondo María, que a la fecha cuenta con 14 integrantes, y lanzaron una página web con información sobre aborto seguro, sexualidad y solicitud de apoyo electrónica, así como un blog que tiene el objeto de situar al aborto como una experiencia en la vida de las personas, ayudando a romper estereotipos sobre el aborto y las mujeres que abortan, brindando a las mujeres una plataforma para compartir sus historias y participar en el movimiento a favor del aborto.

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“Nuestra misión es contribuir con la construcción de un contexto social que reconozca y apoye el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo, facilitando el acceso efectivo a un aborto seguro a través de información, apoyo económico y acompañamiento para empoderar”.

¿Cómo lo hacen?

“Damos apoyo financiero, emocional y logístico a mujeres que no cuentan con recursos suficientes para poder acceder a los servicios de aborto legal disponibles en el D.F. Hacemos visibles las necesidades concretas de las mujeres en torno a la sexualidad y las intersecciones de injusticia que se hacen concretas a la hora de tomar la decisión de abortar, específicamente las que tienen que ver con el derecho a la salud, el derecho a la información, la libertad de expresión y el derecho a la educación”.

También a través de campañas como “Yo aborto, yo acompaño, yo transformo”, en la que participaron personalidades como Julieta Egurrola para apoyar el movimiento por el derecho de las mujeres a decidir.

¿Cuántas vidas han salvado estas ejemplares y valientes desobedientes? Ésas son cuestiones que no interesan ni al Estado ni a la iglesia. Pero a nosotras sí. Por eso aquí les rendimos homenaje e invitamos a nuestras lectoras y lectores a apoyar su lucha, ya sea donando, acompañando, corriendo la voz o colaborando.

¡Larga vida a las desobedientes de Fondo María y su lucha por la vida!

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Veracruz: un criminal en guerra contra las mujeres https://www.laquearde.org/2016/01/25/veracruz-un-criminal-en-guerra-contra-las-mujeres/ https://www.laquearde.org/2016/01/25/veracruz-un-criminal-en-guerra-contra-las-mujeres/#respond Mon, 25 Jan 2016 23:22:14 +0000 https://www.laquearde.org/?p=4851 El estado de Veracruz tiene, como resultado de su gestión, el primer lugar en feminicidios y asesinatos a periodistas; las denuncias por mujeres desaparecidas en este estado se incrementaron en más de 5 mil por ciento durante su administración; impidió y sigue impidiendo que se implemente la alerta de género frente a los crecientes asesinatos …

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El estado de Veracruz tiene, como resultado de su gestión, el primer lugar en feminicidios y asesinatos a periodistas; las denuncias por mujeres desaparecidas en este estado se incrementaron en más de 5 mil por ciento durante su administración; impidió y sigue impidiendo que se implemente la alerta de género frente a los crecientes asesinatos de mujeres en este estado. Sobre él pesan directamente múltiples acusaciones de asesinato, fraude y despojo. Este criminal, de nombre Javier Duarte, es gobernador del estado de Veracruz y el 21 de enero presentó una inciativa, aprobada ese mismo día en primera vuelta “fast track” por su Congreso, para criminalizar a las mujeres que decidan interrumpir un embarazo desde el momento de la concepción. Esta política infame atenta directamente contra la vida y los derechos de miles de mujeres, ante lo cual manifestamos nuestra indignación e inconformidad, compartiendo con nuestrxs lectorxs este boletín de prensa, emitido por distintas organizaciones que velan por los derechos humanos de las mujeres en el país, en espera de que no proceda en sus últimas instancias y de contribuir con la organización de la resistencia en caso de que sea aprobada definitivamente. ¡No permitiremos que el crimen organizado que conforma el narcoestado en México siga demoliendo los derechos de las mujeres!

Xalapa, Veracruz 22 de enero de 2016.

BOLETIN DE PRENSA

Reforma al 4to constitucional vulnera los DH de las veracruzanas

  • La reforma al 4to constitucional aprobada en la primera vuelta en el Congreso Veracruzano contraviene los estándares internacionales y constitucionales en materia de Derechos humanos de las mujeres
  • Causales para la Interrupción Legal del Embarazo continúan vigentes; toca al gobierno del Estado garantizar el acceso en los casos de: aborto por violación, malformación del producto, imprudencial y riesgo de muerte de las mujeres.

Frente a la iniciativa presentada este jueves 21 de enero por el gobernador del Estado Javier Duarte de Ochoa, y aprobada sin dictamen por el congreso, misma que modifica el artículo 4to de la constitución de Veracruz y añade el párrafo: “protección de la vida desde la concepción y hasta la muerte natural”, las organizaciones civiles y ciudadanas que trabajamos la defensa y promoción de los derechos humanos de las mujeres veracruzanas, nos pronunciamos en este sentido:

  1. Las organizaciones aquí reunidas trabajamos por la defensa, protección y promoción de los derechos de las mujeres veracruzanas. Trabajamos por todas aquellas que han sido víctimas de la violencia feminicida, que han muerto a causa de un aborto clandestino, y por las mujeres que al estar sujetas a situaciones de discriminación no han tenido la posibilidad ni las condiciones de elegir el momento de su maternidad.
  1. El Congreso de Veracruz debe tomar en cuenta que en 2008 la Suprema Corte de Justicia de la Nación resolvió que la despenalización del aborto en la Ciudad de México es una medida jurídica idónea para salvaguardar los derechos de las mujeres (SCJN Sentencia Acción de Inconstitucionalidad 146/2007 y su acumulada 147/2007) al tener como contraparte la libertad de las mujeres para que decidan respecto de su cuerpo, de su salud física y mental e, incluso, respecto de su vida.
  1. La SCJN ha señalado que la protección de la vida en gestación no es absoluta. Dicha protección tiene que ser compatible con los Derechos Sexuales y Reproductivos de las Mujeres, incluido el derecho a decidir el número y espaciamiento de las hijas e hijos. Este derecho está garantizado en el Art 4 Constitucional como en los tratados internacionales en materia de derechos humanos suscritos por México. En ese sentido la reforma propuesta por el Gobernador Javier Duarte y aprobada por el Congreso del Estado, contraviene los estándares internacionales y constitucionales de los que México es parte, en materia de Derechos Humanos.
  1. Existe una diferencia entre la protección de un bien jurídico como la vida y la protección de los DERECHOS. Los derechos son para las personas ya nacidas, como los Derechos Reproductivos de las Mujeres que ya están garantizados en nuestra constitución. Esta protección no puede ser de manera restrictiva, (las leyes) tienen que ser compatibles con los derechos humanos de las mujeres, no puede poner en riesgo su salud ni su vida.
  1. La iniciativa aprobada en la primera vuelta en el por el congreso del Estado no vela por los Derechos Humanos, Sexuales y Reproductivos, de las Mujeres Veracruzanas. Genera un clima de criminalización y hostigamiento a las mujeres que deciden interrumpir su embarazo y a aquellas que han sido víctimas de violencia sexual.
  1. Las causales de Aborto en Veracruz continúan vigentes. Sin embargo, de ser aprobada, es una clara regresión en materia de Derechos Humanos y abre la puerta a modificaciones a nivel nacional poniendo en riesgo los derechos ganados en esta materia. La reforma ocasionará confusión a prestadores de servicios de salud, particularmente en quienes atienden a las víctimas de violencia sexual de acuerdo a la NOM-046, así como al poder judicial.
  1. Al gobernador Javier Duarte de Ochoa se le instó desde la Corte Interamericana de Derechos Humanos y desde la Secretaría de Gobernación, a actuar para proteger los derechos humanos de las veracruzanas. Al contrario, esta reforma va en detrimento de sus derechos sexuales y reproductivos exponiéndolas a un clima de violencia y castigo.
  1. Los derechos de las mujeres embarazadas se pueden proteger al adoptar medidas legislativas y de política pública que garanticen el acceso y prestación de servicios de salud durante el embarazo, parto y puerperio. El estado de Veracruz está obligado a atender estas demandas de salud.

Exigimos:

  • Al gobernador Javier Duarte de Ochoa y al Congreso del Estado de Veracruz, desechar la reforma al artículo 4to. constitucional, adherirse a los tratados internacionales y constitucionales de los que México forma parte y a trabajar por la promoción, el respeto y garantía de los Derechos Humanos de las Mujeres Veracruzanas.
  • Llamamos a generar un mecanismo para el acceso a las causales vigentes de aborto en el Estado de Veracruz
  • El respeto y garantía del Estado laico como condición imprescindible para el

Ejercicio pleno de los derechos humanos de las mujeres y jóvenes.

  • Que las mujeres veracruzanas puedan elegir de manera libre y voluntaria sobre su maternidad y sus derechos reproductivos. Esa es la forma de proteger la vida.
  • Exhortamos a las alcaldesas y alcaldes a no aprobar la reforma constitucional que atenta contra los Derechos de todas las mujeres veracruzanas.

 

Organizaciones firmantes (por orden alfabético)

Católicas por el Derecho a Decidir A.C.

Católicas por el Derecho a Decidir-Veracruz.

CIDEM A.C.

Colectivo Akelarre A.C.

Colectivo Feminista Xalapa A.C.

Equifonía Colectivo por la Ciudadanía, Autonomía y Libertad de las Mujeres A.C.

Grupo de Información en Reproducción Elegida, GIRE A.C.

Hagamos Algo A.C.

Instituto de Liderazgo Simone de Beauvoir A.C.

Justicia, Derechos Humanos y Género A.C.

Mexfam A.C.

Observatorio de Género y Erradicación de Violencia contra las Mujeres

Red de Investigadoras por la Vida y la Libertad de las Mujeres

Red de Mujeres Feministas Veracruz

Redefine México

Redefine Veracruz

Ruta Equidad A.C.

La que Arde

 

 

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El “instinto materno”, el invento más rentable del patriarcado. Por La que Arde https://www.laquearde.org/2015/08/03/el-instinto-materno-el-invento-mas-rentable-del-patriarcado/ https://www.laquearde.org/2015/08/03/el-instinto-materno-el-invento-mas-rentable-del-patriarcado/#comments Mon, 03 Aug 2015 16:30:39 +0000 https://www.laquearde.org/?p=3647 * El cuerpo de las mujeres es el territorio sobre el cual se ha erigido el patriarcado. Adrienne Rich Hace más de dos siglos y medio que se inventó. Aunque en el mundo académico fue desechado hace mucho tiempo por su naturaleza animal, que deja de lado la capacidad de decisión y la voluntad de …

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El cuerpo de las mujeres es el territorio sobre el cual se ha erigido el patriarcado.

Adrienne Rich

Hace más de dos siglos y medio que se inventó. Aunque en el mundo académico fue desechado hace mucho tiempo por su naturaleza animal, que deja de lado la capacidad de decisión y la voluntad de las mujeres, en países como México y Estados Unidos se sigue aludiendo al mito del “instinto materno” a través de espacios de adoctrinamiento masivo como Google, cuyo doodle mostró esta curiosa secuencia el “Día de la madre” este año:

1) Las patas se reproducen

Las patas

2) Las conejas se reproducen

Las conejas

3) Las felinas se reproducen

Las felinas

En consecuencia:

4) Las mujeres se reproducen. ¡Feliz día de las madres!

Las mujeres

Lo que Google parecería estar planteando como un orden lógico y “natural” fue desechado hace mucho tiempo en el mundo académico en lo relativo al fenómeno de la maternidad humana. Hace 35 años la historiadora y filósofa francesa Elisabeth Badinter lo hizo patente en su libro ¿Existe el amor maternal? Historia del amor maternal. Siglos XVII a XX (1) :

Dado que los mismos etólogos han renunciado a hablar de instinto cuando se refieren al ser humano, los intelectuales se han puesto de acuerdo para arrojar ese término al cajón de basura de los conceptos. Así que el instinto maternal ya no es un concepto admitido”.

La filósofa y feminista francesa Simone de Beauvoir lo explicó así hace 65 años en su libro “El segundo sexo”(2), obra capital del feminismo moderno:

…ya se ha dicho que la sociedad humana no está jamás abandonada a la naturaleza. Y, en particular, desde hace aproximadamente un siglo, la función reproductora ya no está determinada por el solo azar biológico, sino que está controlada por la voluntad”.

En pocas palabras, aunque para las sociedades machistas las facultades que nos distinguen de los animales sean privilegio exclusivo de las personas con pene, hace ya tiempo que la academia desechó esa ocurrencia. Sin embargo, explica Badinter, una vez desestimada la primera, se abrió paso a una segunda falacia:

“Desechado el término, la vívida noción de la maternidad que conservamos está próxima a confundirse con el antiguo concepto abandonado. Por mucho que reconozcamos que las actitudes maternales no remiten al instinto, siempre pensamos que el amor de la madre por su hijo es tan poderoso y tan generalizado que algo debe haber sacado de la naturaleza. Hemos cambiado de vocabulario, pero no de ilusiones”.

Hemos cambiado de vocabulario, pero no de ilusiones

Una vez echado abajo el mito del instinto, la ilusión se trasladó hacia el “amor materno”, nuevamente como si se tratara de algo inherente a las mujeres. El meollo del asunto no está, desde luego, en afirmar que el amor que muchas mujeres sienten por sus hijas/os no es real, sino en evidenciar lo endeble del mito que asegura que todas lo experimentan, por el simple hecho de ser mujeres. O como dice Badinter: “En todos los tiempos hubo madres amantes, el amor maternal no es una creación ex nihilo de los siglos XVII o XIX. Pero en ningún caso (esto) prueba que se trate de una actitud universal”.

Aunque durante siglos se ha hecho un esfuerzo sistemático por hacernos creer que el orden impuesto en nuestra sociedad por el patriarcado es “el natural”, y el único aceptable, Badinter nos recuerda que existen realidades distintas a las nuestras, sociedades donde los constructos que giran en torno al mito del “amor materno” no existen, y delata la manera en que se alude a las mismas desde el machismo eurocentrado:

¡Están tan lejos esas sociedades, son tan pequeñas, tan arcaicas! El hecho de que en algunas de ellas el padre sea más maternal que la madre, o de que las madres sean indiferentes y hasta crueles, no ha modificado verdaderamente nuestra visión de las cosas. No hemos sabido o no hemos querido aprovechar esas excepciones para poner en tela de juicio nuestras propias normas.

A la par, la autora refiere que en 1780, de las veintiún mil criaturas que nacían por año en París, apenas mil eran criadas por sus madres. El desapego de madres y padres por igual era tal, que el resto eran entregadas a nodrizas para que las amamantaran y cuidaran de ellas durante años, a lo largo de los cuales muy rara vez las veían. Esto despierta perspicacias en Badinter:

¿Cómo explicar semejante desinterés por el niño, tan opuesto a nuestros valores actuales?, ¿qué clase de instinto es éste que se manifiesta en unas mujeres sí y en otras no?, ¿hay que considerar ‘anormales’ a quienes lo ignoran?, ¿qué pensar de una conducta patológica que afecta a tantas mujeres de condiciones diferentes y que se prolonga durante siglos?“.

Ninos-criados-por-nodrizasMuestra de niñas y niños criados por nodrizas en el siglo XVII en Francia

Para acercarnos a las lógicas que podrían sustentar tan contrastante diferencia, la autora hace un recorrido histórico para visibilizar cómo en algún momento el patriarcado no sólo repudiaba el amor materno, sino que además instaba a las madres al rechazo de sus crías. San Agustín, por ejemplo, a través de sus enseñanzas consiguió que se concibiera durante siglos a niñas y niños como símbolos de la fuerza del mal:

“¿No es acaso pecado codiciar el seno llorando?”, exclamaba el santo, indignado, refiriéndose a las criaturas que reclamaban el alimento materno: “Si ahora yo codiciara con ese ardor un alimento adecuado a mi edad, sería objeto de burla […] se trata entonces de una avidez maligna, dado que al crecer la arrancamos y la rechazamos” (3).

Así, explica la filósofa, el pensamiento del “santo” consiguió instaurar durante siglos una atmósfera de dureza en la familia y en las nuevas escuelas, recomendando a madres y padres ser fríos con sus hijas e hijos, y recordándoles constantemente su natural malignidad, misma que serían culpables de cultivar si cedían a las tentaciones del amor. Para otra muestra, nuestra autora nos refiere el botón de Monsieur Bérulle, autoridad intelectual de la época que aseguraba que: “La condición infantil es la más vil y abyecta de la naturaleza humana después de la muerte”.

Como es evidente, la percepción de la infancia que prevalece en sociedades como la nuestra no siempre fue la misma. La escritora Graciela Montes nos explica en su libro “El corral de la infancia” (2001), que la actual noción de la infancia es un invento europeo del siglo XVII que terminó de madurar a lo largo del XVIII:

Hoy todo mundo habla de la infancia. Sabemos, sin embargo, que durante muchísimos años la cultura occidental se desentendió de los niños (tal vez, sugieren los demógrafos, porque los niños morían como moscas y no valía la pena el esfuerzo de detener la mirada en ellos). Fue tardíamente, a partir del siglo XVIII, cuando se empezó a hablar de infancia” (4).

La historia de la infancia antes de ese punto de quiebre, explica Montes, estaba plagada de recuentos de “niños de nueve meses a los que les rompían la cabeza a golpes por rebeldes; niños abandonados, arrojados a las alcantarillas, niños atados a la cama y hambreados, quemados con hierros candentes, mutilados, violados salvajemente”. No es que todo esto no siga existiendo en nuestros días (el abuso sexual y las redes de explotación sexual infantil hoy en día, además, han adquirido un auge histórico), el punto es que, al margen de que nunca existió un mito del “instinto paterno” que predispusiera, con base en argumentos biologicistas, los sentimientos personales de los hombres hacia su descendencia, el concepto del amor materno todavía no se inventaba para adjudicarle a las mujeres el rol de cuidadoras de la infancia. “La historia de la infancia es una pesadilla de la que hemos empezado a despertar hace muy poco”, señala Lloyd de Mause citado por la autora.

A lo largo de todo un capítulo, Badinter nos ofrece una multitud de ejemplos que hacen evidente cómo, antes del siglo XVIII, el “amor materno” (ni hablar del paterno) no existía como institución. A partir de 1760, sin embargo, el destino de las mujeres dio un vuelco decisivo: las autoridades se percataron de la importancia que tenía en el ámbito económico la densidad poblacional y comprendieron que el ser humano era una herramienta preciosa para el Estado, no sólo porque producía riquezas, sino también porque garantizaba su poder militar. En ese momento comenzó a considerarse que toda pérdida humana era una carencia para el Estado. En 1770 Didelot resume en estos términos la nueva ideología: “Un Estado es poderoso sólo en la medida en que está poblado, en que los brazos que manufacturan y los que lo defienden son numerosos.”

Así, explica nuestra autora, el niño adquirió de pronto un valor de mercancía. De un día para otro se le comenzó a percibir como una riqueza económica potencial. Incluso se comenzó a calcular el precio de cada hombre según su ocupación, y los beneficios económicos que le representaba al Estado.

Junto a la nueva y apremiante necesidad de evitar que niñas y niños siguieran muriendo por miles durante sus primeros años de vida, como había sucedido durante siglos, surgió la de estudiar las estrategias que ayudarían a alcanzar tan noble cometido. Después de analizar y desechar la mayoría de ellas, por implicar altos costos para el Estado, los grandes doctos de la época dieron con el método ideal, por sencillo y económico: hacer que las mujeres asumieran las labores de cuidado de niñas y niños. Para ello, señala Badinter, “hicieron falta no menos de tres discursos: un discurso económico alarmista que se dirigía solamente a los hombres esclarecidos, un discurso filosófico común a ambos sexos y por último un tercer discurso que se dirigía exclusivamente a las mujeres”.

El primero consistió, a grandes rasgos, en detonar a través de voces tan autorizadas como Montesquieu, Voltaire y Rosseau, una alarma nacional: Francia se estaba despoblando por culpa de las mujeres. De inmediato:

Todos los que tenían alguna responsabilidad admitieron la idea como un hecho indiscutible y, por consiguiente, como un problema a resolver. A nadie se le ocurrió sorprenderse de los cálculos de Montesquieu, que consideraba que «en la tierra hay apenas la décima parte de los hombres que la habitaban en tiempos antiguos». Ni verificar las estadísticas que presentaba Voltaire, según las cuales sobre mil niños sólo seiscientos llegaban a los veinte años de edad. Ni pedir precisiones a Rousseau, que afirmaba perentoriamente que Europa se estaba despoblando porque las madres ya no querían cumplir con su deber”.

A partir de ese momento, un ejército de recién descubiertos soldados de la infancia echaron a andar un alud de tratados apoyando el supuesto. Entre los más oficiosos se encontraba Monsieur Chamousset, que declaró: «Es inútil querer demostrar qué importante para el Estado es la conservación de los niños», y aprovechó para abordar el problema de las niñas y niños abandonados, las importantes pérdidas económicas que le representaban al Estado, y de paso ofrecer un par de propuestas para rentabilizar el fenómeno:

“Es afligente ver los gastos considerables que el hospital está obligado a volcar en los niños abandonados, con tan poco beneficio para el Estado. La mayoría de ellos muere antes de haber llegado a una edad que permita extraerles alguna utilidad. Apenas una décima parte llega a los veinte años… ¿y qué es de esa décima parte, tan costosa si dividimos el gasto invertido en los que mueren entre los que quedan? Una proporción muy reducida aprende oficios; los demás salen del hospital para convertirse en mendigos o vagabundos, o para trasladarse a Bicétre con billete de pobres”.

El proyecto de Chamousset, refiere Badinter, consistía en transformar esta pérdida en beneficios para el Estado, hacer de ese peso muerto una fuerza productiva y rentable para la sociedad. Entre otras no menos sorprendentes, el esclarecido presentó la siguiente solución:

Sólo en la ciudad de París eran abandonados alrededor de 4300 niños. Si el resto del país produjera el doble, el Estado dispondría de aproximadamente 12.000 niños abandonados por año. En caso de alimentarlos con leche de vaca, todos los años quedarían por lo menos 9000 para exportar. Al cabo de treinta años de este régimen las colonias de Francia se habrían enriquecido con 200,000 colonos, y en menos de un siglo se lograría poblar un país más grande y fértil que Francia, lo que aumentaría considerablemente sus riquezas”.

Esta nueva concepción del ser humano en términos de mano de obra, beneficio y riqueza, explica Badinter, es la expresión del capitalismo naciente.

En cuanto al discurso que se dirigió exclusivamente a las mujeres, fue construido con el objetivo de crearles la obligación de ser, ante todo, madres, engendrando un mito que, más de doscientos años después, sigue vivo: el mito del instinto materno, detrás del cual la figura del padre ingresó gradualmente en la sombra. Así,

Moralistas, administradores y médicos pusieron manos a la obra y desplegaron sus argumentos más sutiles para convencerlas de que volvieran a “sentimientos mejores” y de que “volvieran a dar el pecho”. Cierta proporción de mujeres se mostró sensible a esta nueva exigencia. No porque obedecieran a las motivaciones económicas y sociales de los hombres, sino porque detrás de ese discurso se perfilaba otro, más seductor a sus oídos. Era el discurso de la felicidad y la igualdad, discurso que les concernía en más alto grado. A lo largo de casi dos siglos, todos los ideólogos les prometieron maravillas en caso de que asumieran sus tareas maternales: “Sed buenas madres y seréis felices y respetadas. Volveos indispensables en la familia y conseguiréis derecho de ciudadanía”.

Muchas mujeres, señala Badinter, se sumaron gozosamente a estos nuevos valores que, creían, por fin les otorgarían un grado de importancia y trascendencia social del que jamás habían gozado. Hubo muchas que fingieron plegarse a ellos y obtuvieron la paz. Otras resistieron: contra ellas se libró una guerra.

Esa guerra sigue vigente más de dos siglos después. Solamente en México se calcula que le ha arrebatado la vida a 2,000 mujeres en los últimos 20 años a consecuencia de leyes que criminalizan su decisión de interrumpir un embarazo, aun siendo ciudadanas de un Estado laico en el que los principios jurídicos no tendrían por qué formularse con base en moralinas religiosas que, por añadidura, un gran número de mexicanas no comparte.

Las mexicanas seguimos siendo tratadas como ganado por el Estado, para quien la única voluntad que no tiene voz ni voto en una decisión tan personal y delicada como la de no querer ser madre, es precisamente la de quien deberá soportar de por vida la condena de serlo.

En plena era de la proliferación del feminicidio como pandemia social bajo el abrigo y el encubrimiento del Estado, se sigue esgrimiendo sin vergüenza el discurso basado en la “defensa de la vida” de la mórula y el cigoto para obligar a las mujeres a reproducirse o, en su caso, a practicarse abortos clandestinos que muchas veces les cuestan la vida.

Bajo este criterio, la vida de las mexicanas sigue siendo considerada inferior a la de mórulas y cigotos. A éstos, no siendo más que conjuntos de células en formación sin vida propia, como lo sería un brote de jitomate, se les conceden derechos más altos e inviolables que a una mujer.

Si la vida de niñas y mujeres valiera lo mismo que la de una mórula, si sus vidas se defendieran en este país con el fervor con que se defiende al cigoto, aún tendríamos entre nosotras a las miles de mujeres a quienes miles de hombres han asesinado a lo largo y ancho del país; las y los fanáticos de organizaciones religiosas como Provida y la Iglesia católica acamparían a las afueras de la PGR en espera del procurador y los agentes del ministerio público para acosarlos e imprecarlos mostrándoles fotos de los cuerpos de mujeres que han sido asesinadas en nuestro país, exigiéndoles que las regresen con vida, como lo hacen en pro de las mórulas a las puertas de las clínicas donde se brinda el servicio de interrupción del embarazo a las mujeres que no desean ser madres.

Pero no es ésa la lógica que mueve a estos devotos.

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A cambio, y a consecuencia de un cúmulo de mitos machistas similares al del “instinto materno”, millones de mujeres en México han sido orilladas a sacrificar sus destinos para seguir generando sin sospecharlo, y sin ser reconocidas por ello, el 19.7% del producto interno bruto del país a través del trabajo doméstico no remunerado (5), que le permite a sus maridos salir a las calles a generar riquezas para los poderosos sin tener que pagar servicios de limpieza y mantenimiento de la vivienda, compras y administración del hogar, alimentación, lavandería, planchado y cuidado de las y los hijos, entre otros.

Al margen de los miles de feminicidios de Estado provocados por abortos clandestinos, a partir de la aprobación de las reformas constitucionales que protegen las garantías del espermatozoide bajo el supuesto de la “protección de la vida desde la concepción”, 679 mujeres “con muy pocos recursos económicos y de información, denunciadas por personal hospitalario, presionadas por los médicos y la policía a hacer confesiones, y maltratadas física y verbalmente por el personal de salud y de las procuradurías”, fueron denunciadas nada más entre 2009 y 2011 por tentativa de aborto y 151 fueron sometidas a un proceso penal por el delito de aborto entre 2007 y 2012 en nuestro país. (6).

Cuánto alivio le sigue brindando esta quema de brujas a la parte manipulable, crédula y acrítica de la población. Cuánto miedo a la libertad de decisión de las mujeres. Cuánto dolor e injusticia ocultos bajo la sombra de un solo interés mezquino con disfraz de mito.

De ahí la importancia de procurar que la decisión de producir o no personas sea absolutamente nuestra, y que podamos tomarla de manera autónoma, sin estar obligadas a los criterios misóginos y utilitarios del patriarca en turno, que, sobra decir, nada tienen que ver con nuestro bienestar.

1) Badinter, Elisabeth. ¿Existe el amor maternal? Historia del amor maternal. Siglos XVII a XX (1). http://www.scribd.com/doc/208187957/139634407-Badinter-Existe-El-Instinto-Maternal-Historia-Del-Amor-Maternal#scribd

2) De Beauvoir, Simone. El segundo sexo. http://sectur.gob.mx:8080/work/models/uig/Resource/212/1/images/El_segundo_sexo.pdf

3) San Agustín. Confesiones.

4) Montes, Graciela. El corral de la infancia. Fondo de Cultura Económica. México, 2001.

5) “Trabajo doméstico no pagado representa 19.7% del PIB”. Rubén Migueles Tenorio. El Universal. http://archivo.eluniversal.com.mx/finanzas-cartera/2014/impreso/trabajo-domestico-no-pagado-representa-197-del-pib-108876.html

6) “151 mujeres en México fueron sometidas a un proceso penal por aborto desde 2007”. http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/08/actualidad/1365388219_328910.html

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El Manifiesto de Simone de Beauvoir por el Derecho a la No Maternidad (Segunda parte) https://www.laquearde.org/2015/08/03/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad-segunda-parte/ https://www.laquearde.org/2015/08/03/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad-segunda-parte/#respond Mon, 03 Aug 2015 15:41:02 +0000 https://www.laquearde.org/?p=3642 Ver la primera parte del manifiesto: https://www.laquearde.org/2015/07/09/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad/

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Ver la primera parte del manifiesto: https://www.laquearde.org/2015/07/09/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad/

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El manifiesto de Simone de Beauvoir por el Derecho a la no Maternidad https://www.laquearde.org/2015/07/09/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad/ https://www.laquearde.org/2015/07/09/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad/#respond Thu, 09 Jul 2015 23:10:04 +0000 https://www.laquearde.org/?p=3489 Ver la segunda parte del manifiesto: https://www.laquearde.org/2015/08/03/el-manifiesto-de-simone-de-beauvoir-por-el-derecho-a-la-no-maternidad-segunda-parte/

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Editorial: 1. El derecho a la no maternidad https://www.laquearde.org/2015/06/11/editorial-el-derecho-a-la-no-maternidad/ https://www.laquearde.org/2015/06/11/editorial-el-derecho-a-la-no-maternidad/#comments Thu, 11 Jun 2015 17:56:37 +0000 https://www.laquearde.org/?p=3253 Dado que el cuerpo es parte y resultado de la cultura, la autonomía se constituye en los procesos vitales culturales. Psicología es cultura, economía es cultura, sociedad es cultura. En ese sentido, todas las personas somos entes de cultura. Nos vivimos desde la cultura y ahí nos repetimos culturalmente. Repetimos la cultura o la transformamos. Marcela …

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Dado que el cuerpo es parte y resultado de la cultura, la autonomía se constituye en los procesos vitales culturales.
Psicología es cultura, economía es cultura, sociedad es cultura. En ese sentido, todas las personas somos entes de cultura.
Nos vivimos desde la cultura y ahí nos repetimos culturalmente. Repetimos la cultura o la transformamos.

Marcela Lagarde

En el mundo muere una mujer cada 8 minutos por complicaciones derivadas de un aborto. En México, en estados como Guanajuato y Baja California actualmente hay mujeres, en su mayoría de bajos recursos económicos, cumpliendo condenas de hasta 30 años en prisión por haber interrumpido un embarazo, e incluso por haber sufrido abortos espontáneos.

La maternidad, ese constructo que ha calado en lo más profundo de la sociedad, nos interpela, nos obliga a replantear su significado, a reflexionarlo, a reconstruirlo, a desecharlo. Es alrededor de la maternidad que se han construido los estereotipos más férreos entre los que dictan el “deber ser” de las mujeres: esos que señalan su destino inevitable como reproductoras, que las reducen a vientres, que encarcelan sus cuerpos, que las desvanecen como personas y las convierten sólo en eso: en madres.

La naturalización de la maternidad, afianzada institucional, social y culturalmente, ha arrebatado a las mujeres el derecho a decidir: las censura y las criminaliza. Es por eso que, con la intención de ampliar los espacios de reflexión, de intercambio y de solidaridad, La que Arde celebra la presentación de su primer número temático: “El derecho a la no maternidad”.

Con la alegría desbordada por la gran participación de lectoras y lectores, construimos este número en un esfuerzo por articular un vasto abanico de opiniones y manifestaciones en torno a la maternidad, el aborto y el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpas y sus vidas. Recibimos más de 50 colaboraciones desde distintas latitudes. A nivel internacional las propuestas llegaron de Argentina, Chile, Colombia, Guatemala, España, Panamá y Reino Unido. A nivel nacional recibimos propuestas desde Aguascalientes, Baja California Sur, Campeche, Distrito Federal, Guadalajara, Morelos, Puebla, Querétaro y Tamaulipas. Este variopinto conjunto nos brinda una rica diversidad de expresiones que incluyen poesía, ensayo, relato, cuento, documental, video, series fotográficas y testimonios de periodistas, activistas, sicólogas, locutoras, escritoras, investigadoras, antropólogas, historiadoras y artistas, entre otras.

Celebramos que la primera convocatoria de La que Arde haya tenido tan concurrida respuesta: eso es, en sí mismo, un manifiesto. De esta edición resultó un vitral construido por mujeres disímbolas, de muy variadas edades y vivencias, de distintas latitudes y horizontes culturales que, aunque quizá jamás se conocerán, comparten una misma inquietud, una misma rabia.

La respuesta a esta convocatoria reflejó la confianza y el deseo de las mujeres por narrar sus experiencias personales, mismas que en el acto de ser contadas dan lugar al colectivo. Por ello decidimos incluir en este primer número temático a todas las voces que se pronunciaron con respecto al derecho a la no maternidad: cada una de ellas es indispensable. Dado el alto número de colaboraciones que recibimos, decidimos publicarlas en dos partes. En la primera entrega incluiremos la selección del Consejo Editorial; en la segunda agruparemos las aportaciones y testimonios que rompen con el silencio a manera de acto liberador. En convocatorias posteriores los criterios de selección se irán modificando. Hoy celebramos la diversidad, la participación y la inclusión.

Lanzamos esta edición al mar en un esfuerzo que se suma a otros muchos por vencer el tabú social y legal que lapida moralmente y criminaliza a las mujeres que deciden no ser madres, y al mismo tiempo condena el empoderamiento de las que lo son.

Este número también es un llamado, una exigencia para que se modifique esta realidad aberrante en que las instituciones expropian de las mujeres el derecho a decidir sobre sus cuerpas y sus vidas por razón de moralinas religiosas misóginas que deberían haber sido expulsadas hace mucho tiempo de nuestro Estado laico.

La maternidad debe ser una elección gozosa y consciente, no una condena. La interrupción del embarazo es un derecho que debe respetarse sin concesiones, y transitarse sin sufrimientos físicos y psicológicos: sin castigo social.

La que Arde presenta este primer número temático a manera de celebración y de grito: rompamos el silencio y los yugos, nombremos, reflexionemos, decidamos, acompañémonos… ardamos. Hasta que la justicia se siente entre nosotras.

Para ver el número haz click en el siguiente link y ve a la sección 1.1. El derecho a la no maternidad: https://www.laquearde.org

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La maternidad huérfana. Por Argentina Casanova https://www.laquearde.org/2015/06/10/la-maternidad-huerfana-por-argentina-casanova/ https://www.laquearde.org/2015/06/10/la-maternidad-huerfana-por-argentina-casanova/#respond Wed, 10 Jun 2015 20:00:16 +0000 https://www.laquearde.org/?p=2951 La piedad, obra renacentista de Miguel Ángel, ilustra con su propuesta estética de belleza y juventud el numen de la maternidad occidental moderna. Al final de la Edad Media empiezan a perfilarse las instituciones sociales occidentales, la modernidad define la virilidad en su contexto de control y dominio, y ubica a las mujeres en los espacios …

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La piedad, obra renacentista de Miguel Ángel, ilustra con su propuesta estética de belleza y juventud el numen de la maternidad occidental moderna. Al final de la Edad Media empiezan a perfilarse las instituciones sociales occidentales, la modernidad define la virilidad en su contexto de control y dominio, y ubica a las mujeres en los espacios privados, pero también como “reproductoras” de hijas e hijos, particularmente de estos últimos, continuadores de la estirpe familiar.

Es a finales del Siglo XVIII cuando las mujeres empiezan a cuestionarse el papel histórico madre-nodriza como parte de un sistema social en el que, al igual que La piedad, es presentado junto a los ideales de abnegación, entrega, amor y, por supuesto, la perfección, alcanzada con la hija o hijo  en brazos.

La maternidad constituye, por mucho, un tema fundamental en la reflexión feminista. Hace unos días escuché a una amiga decir: “Yo no tuve hijas/os porque no lxs iba a criar sola, y porque no encontré a un hombre responsable con quien compartir esa tarea”. Hablar de maternidad nos obliga a establecer diferencias y a romper premisas ligadas a ella en automático por la sociedad. La primera de ellas es suponer que parir implica forzosamente la maternidad y, a la inversa, que la maternidad está ligada a “darle uso al cuerpo femenino para lo que fue hecho”.

En los últimos años he perfilado con mayor claridad la razón del por qué sí y por qué no a la maternidad a partir de la reflexión que como feminista he hecho acerca de los procesos que vivimos las mujeres en relación con este hecho: por un lado somos hijas y forzosamente tenemos un “ideal” de maternidad en relación con nuestras madres; por otro, tenemos la posibilidad de ser madres y vivimos o convivimos con mujeres que son madres, y finalmente, a las que trabajamos en la defensa de los derechos de las mujeres nos toca ver de cerca todos aquellos casos que constituyen el ideal negativo de la paternidad, que lleva a las mujeres a vivir condiciones de marginación, violencia y falta de acceso a la justicia. Esto forzosamente nos conduce a la reflexión acerca de la maternidad y su relación con las paternidades, pues al final son las mujeres quienes se enferman por sobrecarga de trabajo para “sacar adelante a las y los hijos” cuando sus padres les niegan los alimentos, el nombre o la identidad.

Las mujeres vivimos en una sociedad en la que a diario nos bombardean con mensajes acerca de lo bueno que es ser madre, pero que omiten mencionar que más del 25% de los hogares es sostenido por mujeres que se matan trabajando porque sostienen solas a sus hijas/os.

También omiten mencionar, por ejemplo, que los hospitales y las instituciones niegan el acceso a los recursos necesarios para decidir libremente la maternidad cuando una mujer está embarazada y no desea ese producto. “Los médicos me dijeron que no era lo que quería, sino lo que había”, argumenta una mujer en una entrevista al hablar sobre el método anticonceptivo que falló y que le fue impuesto en un hospital.

¿Realmente las mujeres estamos decidiendo la maternidad? Yo creo que no, y no sólo por las negativas a la interrupción legal del embarazo en todo el territorio nacional (con excepción del Distrito Federal, en donde no es considerado delito hasta la semana 12), sino porque tampoco las que no tienen hijos están eligiendo esta condición, pues se ven forzadas a decidir a partir de las dificultades que saben que afrontarán si consienten ser madres, ya sea en solitario o en pareja.

Por una parte se trata de que no existen las condiciones sociales de igualdad para que una mujer pueda tener una hija/o y continúe contando con las mismas posibilidades de éxito profesional, de concluir una carrera académica o de tener acceso a becas, empleo, a tiempos productivos, a dedicar al cuidado de sus hijas/os horas que podrían dedicar a investigación, bajo la conciencia de que podrían ser llamadas egoístas y malas madres, entre otras linduras.

Incluso mujeres feministas, académicas, mujeres activistas que han decidido tener hijas/os en pareja, afrontan la dificultad de que son ellas las que deben asumir casi el 70% del tiempo que requiere su cuidado, y si deciden separarse de la pareja, padre de la hija o hijo, las probabilidades de que sean ellas las que se queden con “la cría” es casi del 95%. “Están más seguras/os y bien cuidadas/os con la madre”, es lo que se les oye decir a brillantes, solidarios y “sororales” varones que dejan a sus ex compañeras al cuidado de las hijas e hijos que ellos sólo verán un par de veces a la semana. Son ellas las que reparten el tiempo de academia en el cuidado de las y los hijos, son ellas las que están obligadas a llevarlas/os a la oficina. Son ellas las que deben renunciar a toda búsqueda de una beca en otro país mientras sean pequeñas/os. ¿Realmente están decidiendo y optaron por esa maternidad, o no les quedó otro remedio que asumirla cuando ya la tenían y se quedaron solas cuidando a las o los hijos? Mejor aún, ellas pueden llegar a argumentar “él es buen padre, la (lo) cuida en las vacaciones”.

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La disyuntiva no es nueva. Charotte Perkins, autora de El tapiz amarillo (1892), vivió este dilema y decidió dejar con su padre a su hija, que fue criada por la segunda esposa de éste, cuestión que se refleja en la novela, pero también en la crisis que vivió Perkins a partir de esta decisión. Cuando la mujer decide construir su maternidad en el día a día es cuando realmente está eligiendo; no es una decisión que dura un día a partir del momento en el que acepta el embarazo o cuando va a parir, es una elección que debe construir todos los días, con la conciencia de todo aquello a lo que deberá renunciar en una sociedad que todavía exige y espera esa renuncia de las mujeres con la condición de permitirles ser “madres”.

No estamos decidiendo la maternidad ni siquiera aquellas que no tenemos hijas/os, como dijo la amiga que cité al principio, y coincido con ella en la razón de mi no maternidad. Tenía el deseo de ser madre pero no quería quedarme cuidando y manteniendo sola a una hija/o, y eso sí lo decidí con el tiempo, al ver a las mujeres que vivían las maternidades elegidas con un compañero y que al final terminaron criando solas a sus hijas/os, porque de nosotras se espera que seamos las fuertes que asuman la responsabilidad a la que el otro renuncia, pero también el cansancio y la fatiga, la renuncia de aquellas que vivieron su maternidad solas aparentemente por “elección”, pero con la doble o triple carga de una sociedad aún no hecha para las madres.

Es decir, por un lado se espera que las mujeres tengamos hijas/os, pero al mismo tiempo se restringe o no existe alguna condición social que pueda contribuir a hacer menos difícil esa tarea y a otorgarnos escenarios de igualdad que reconozcan la desigualdad histórica, y por tanto que reconozcan la maternidad como una tarea necesaria dentro de los procesos productivos.

A ninguna académica le otorgarán puntos por una hija/o como por publicar textos, como a ninguna mujer le otorgarán un descuento en la tienda porque es madre sola y está haciendo también el trabajo que le toca a otro. No hay espacios en las oficinas para que las mujeres lleven a sus hijas/os, y si esto sucede son vistas con recelo, en tanto que se admira y pondera al hombre que lleva a la hija o hijo al trabajo después de pasar por ella/él, porque ese día la madre tuvo algo que hacer.

Nos falta explorar en el reconocimiento de las maternidades sin la carga social-cultural que tiene imbricada y que es resultado del sistema patriarcal en el que vivimos, que nos dice qué significa ser madre y qué no. No sólo por la apología a la maternidad como un estado de decisión construido con bondades y cualidades, sino para reconocer las sobrecargas impuestas y ligadas a la maternidad perversamente para que inconscientemente seamos las mujeres las primeras en defender esas obligaciones como valores adicionales femeninos, o sin someter a discusión que la maternidad es un concepto cerrado y patriarcal, en tanto madre-cuidado.

La relación con mi madre, quien se fue a otra ciudad cuando yo tenía 8 años, me condujo a pensar en este punto dentro de mi feminismo en una ausencia construida desde el patriarcado. Fue a través del feminismo que pude entender que ella ejerció su libertad a vivir, como Charlotte Perkins. Empecé por cuestionar la reproducción del discurso patriarcal que demandaba su presencia en mi vida. ¿Quién dice hasta qué edad una madre “debe” cuidar? ¿Quién dice cuántos hijos debe tener y cuándo tenerlos? ¿Quién dice que las mujeres realmente estamos eligiendo cuando elegimos no tener hijas/os porque vivimos en una sociedad desigual para nosotras, y porque esa desigualdad se agudiza con la maternidad, que resulta ser la condición más huérfana de las mujeres? ¿Cómo hemos construido nuestra noción de maternidad en gran medida con base en discursos patriarcales?

A veces las preguntas nos conducen a la reflexión.

 

Imagen de portada: Sistema Nacional de Fototecas

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Contra el Instituto de la Maternidad. Por Cloe Mirenda https://www.laquearde.org/2015/06/10/contra-el-instituto-de-la-maternidad-por-cloe-mirenda/ https://www.laquearde.org/2015/06/10/contra-el-instituto-de-la-maternidad-por-cloe-mirenda/#respond Wed, 10 Jun 2015 19:23:47 +0000 https://www.laquearde.org/?p=2734 ¿Derecho o destino? El 11 de mayo de 2015 la ONU denunció a las autoridades paraguayas por no permitir el aborto seguro a una niña de 10 años, cuyo embarazo fue consecuencia de la violación de su padrastro. Como informó Amnistía Internacional, tras expresar el deseo de interrumpir el embarazo, la madre fue imputada por …

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¿Derecho o destino?

El 11 de mayo de 2015 la ONU denunció a las autoridades paraguayas por no permitir el aborto seguro a una niña de 10 años, cuyo embarazo fue consecuencia de la violación de su padrastro. Como informó Amnistía Internacional, tras expresar el deseo de interrumpir el embarazo, la madre fue imputada por incumplimiento de deber de cuidado y por complicidad en abusos sexuales, a su vez la niña fue enviada a un hogar para niñas madres.

En Paraguay el aborto está permitido sólo si está en riesgo la vida de la madre, mientras que en caso de violación, incesto, malformación del feto o libre elección de la mujer, está prohibido. Asimismo, en casi todos los países latinoamericanos, con excepción de Puerto Rico[1], Cuba, Guyana, Barbados, Guyana Francesa y Antillas Francesas[2], el aborto es ilegal o está permitido sólo en algunos casos específicos que varían entre los estados. A causa de estas restricciones, para millones de mujeres en todo el continente no es posible decidir libremente sobre la posibilidad de interrumpir un embarazo no deseado. De esta forma, la maternidad, en lugar de constituir un derecho y una expresión de autodeterminación, se convierte en una obligación que priva a las mujeres del poder de decidir sobre su cuerpo y su vida reproductiva.

Para entender cuál es la raíz de la maternidad forzada, tenemos que dar un paso atrás e intentar reconstruir el proceso que ha transformado una posibilidad en un destino para el género femenino. Si analizamos qué subyace a tal imposición, nos damos cuenta de que los estereotipos de la maternidad constituyen el núcleo de la inferiorización universal, y a la vez histórica, de las mujeres: relegar el género femenino al papel de madre, con su respectivas connotaciones privada y doméstica, es lo que ha permitido privarlo del poder de participar e incidir en la vida pública y, en última instancia, de compartir este poder con el género masculino. Por tal razón, es necesario examinar críticamente el papel maternal y empezar a pensarlo como una construcción social en lugar de asumirlo como la consecuencia lógica de la constitución biológica femenina. Sólo así es posible transformar la condición de subalternidad a la que hemos sido obligadas socialmente por ser mujeres.

Fecundidad: el inicio de la expropiación

El escrito que revela mejor que ningún otro las razones primigenias del papel social subordinado asignado a las mujeres es “Masculino/femenino II: disolver la jerarquía” (2007, ed. or. 2002), escrito por la antropóloga estructuralista Françoise Héritier. La autora analiza las constantes y las condiciones que llevaron a las sociedades humanas a traducir la diferencia entre los sexos en jerarquía, donde uno de los sujetos tiene el poder y el control, mientras el otro queda subordinado y excluido. En todas las culturas se pasó de la observación de las diferencias biológicas entre los sexos a la construcción de la diferencia de poderes de un género sobre el otro, definida por la antropóloga como «valencia diferencial entre los sexos»[3]. Esta diferenciación se produjo, y se sigue reproduciendo, a través de categorías jerárquicas y opuestas: aquellas asociadas al género masculino tienen características y elementos considerados positivos (caliente, fuerte, superior, seco, razón), por lo contrario, las asociadas al género femenino presentan características y elementos percibidos como negativas (frio, débil, inferior, húmedo, instinto). Este universo conceptual se plasmó, según Héritier, a partir de la observación de que las mujeres dan a luz y de que, por ende, la procreación y la reproducción social de la  especie entera dependen del vientre femenino. La constatación de la dependencia crucial de la especie humana de las mujeres coincide con el inicio de su subordinación, la cual, significativamente, consiste en la expropiación de los cuerpos y del «privilegio de la maternidad». En este sentido, la valencia diferencial entre los sexos es la expresión de la voluntad de inferiorizar conceptualmente al género femenino para poder apropiarse de su fecundidad. Como afirma la antropóloga «el motor de la jerarquía está ahí: en la apropiación de la fecundidad y su repartición entre los hombres».

Pero hay algo más: las mujeres generan hijos de ambos sexos. Esto significa que para reproducirse en lo «idéntico a sí mismo», o sea, para tener hijos varones, los hombres necesitan pasar por el cuerpo de una mujer. Ésta es la verdadera razón por la que el género masculino sintió la necesidad de hacer dependiente de él el recurso que le permite reproducirse, el cuerpo femenino. A tal propósito, la poeta feminista estadounidense Adrienne Rich afirmó en su ensayo sobre la experiencia de la maternidad, “Of Woman Born: Motherhood as Experience and Institution” (1976)[4], que el cuerpo de la mujer es el terreno sobre el que se ha erigido el patriarcado.

CONTRA EL INSTITUTO

El análisis que realiza Rich nos puede ayudar a dar un paso más en la reconstrucción de la condición de maternidad forzada que viven millones de mujeres a nivel mundial. Ella sugiere separar las dos acepciones de maternidad que normalmente se tienden a sobreponer: por un lado la relación potencial de las mujeres con sus capacidades de reproducción y, por el otro lado, el «instituto de la maternidad», lo cual garantiza que el potencial generador permanezca bajo el control masculino. Deconstruir de tal forma el concepto de maternidad nos permite poner en evidencia todos aquellos dispositivos, prácticas e instituciones que han hecho posible la manipulación de esta peculiaridad femenina en función del mantenimiento del poder de un género sobre el otro.

Como señala Rich, la institución de la maternidad difiere mucho de las otras instituciones en las que solemos pensar, como la eclesiástica, la política, la académica y la jurídica. Cuando pensamos en la maternidad no nos vienen a la mente ni construcciones simbólicas, ni personificaciones de autoridad, no se piensa en as leyes que la regulan, el precio pagado por las mujeres que no se adecuan al modelo constituido, la medicina que ha controlado la fertilidad femenina a través de las esterilizaciones forzadas, el arte pictórico que ha representado durante siglos madres serenas y resignadas. Pero, sobre todo, no pensamos que este sistema no ha sido configurado por mujeres, sino por hombres. Sin embargo «cuando una mujer sabe que en su cuerpo está creciendo un hijo, se encuentra bajo el poder de teorías, ideales, arquetipos, descripciones de su nueva existencia, de los cuales casi ninguno proviene de otras mujeres […] y todos han flotado invisiblemente sobre ella desde que se percibió por primera vez como hembra, y por lo tanto, potencialmente madre» (Rich, 1976). Si la observamos desde este punto de vista, en un sistema de vida patriarcal la maternidad aparece por lo que realmente es: un imperativo social, regulado por normas y tradiciones que encasillan las vidas de las mujeres en un esquema rígido que no prevé el derecho a la no maternidad.

La maternidad, considerada en la acepción de “institución” y de “imperativo social”, hace que las mujeres sean reclusas en su propia condición y que el precio a pagar por no reflejar perfectamente el modelo constituido sea la estigmatización y el rechazo social. Para entender más a profundidad el instituto de la maternidad podemos utilizar los lentes que nos proporciona la categoría de «cautiverio», a través de la cual la antropóloga feminista Marcela Lagarde define la relación entre las mujeres y el poder patriarcal. El cautiverio es la expresión político-cultural de la condición de las mujeres, que se caracteriza por la obligación a realizar las tareas asignadas a la categoría femenina. La vida de las mujeres cautivas, según Lagarde, es estereotipada y sin alternativas: existe un número reducido de opciones culturales dominantes y socialmente aceptadas que condicionan a las mujeres en la realización de sus vidas.

Una de estas opciones es, propiamente, la «madre-esposa», cuyos elementos característicos son la maternidad, la sexualidad procreadora y la conyugalidad. El cuerpo de las mujeres que pertenecen a esta categoría, casto, fiel y deserotizado, está al servicio de las exigencias de reproducción y del deseo sexual del cónyuge: es un «cuerpo-para-los-otros» (Basaglia, 1982)[5]. La relación conyugal que se establece en un sistema patriarcal relega a la mujer al papel reproductor y la expropia de su cuerpo, otorgando a otros sujetos derechos sobre él: el esposo, la familia, el Estado.

YO NO NACÍ HETEROSEXUAL

Cómo derrumbar el Instituto

A la luz de lo mencionado resulta claro que, para vencer la dominación masculina universal, lo que las mujeres debemos hacer es destruir el instituto de maternidad a través de la reapropiación del control sobre nuestros cuerpos y nuestra fecundidad. Esto puede ocurrir en primera instancia a través del uso de métodos anticonceptivos, gracias a los cuales, citando una vez más las palabras de Héritier, «la mujer deviene dueña de su propio cuerpo y ya no es considerada sólo como un recurso» (Héritier, 2007). Poder decidir sobre la vida reproductiva constituye el cimiento de la emancipación femenina, sin embargo la situación es más compleja porque no está relacionada sólo con los ordenamientos jurídicos relativos a los derechos reproductivos, sino que involucra una serie de categorías conceptuales que tienden a diferenciar los dos géneros y a naturalizar sus diferencias. Una de estas categorías es la del instinto maternal, la cual cubre con un velo de animalidad el conjunto de normas, actos y saberes que llamamos “maternidad”. Hablar de instinto maternal significa borrar completamente elementos como la voluntad y el deseo responsable por procrear, que deberían ser las bases de cada embarazo.

La maternidad es en realidad una construcción social tanto como la paternidad, sin embargo estos dos roles no son considerados de manera equivalente: nunca se habla de instinto paternal, el ejercicio de la paternidad no define la identidad masculina, mientras que las mujeres son definidas como tales en cuanto madres, no obstante, éstas son las únicas sujetas que se ven afectadas y discriminadas – a nivel profesional y económico – por tener hijas o hijos. Esta reflexión ha conllevado a diversas pensadoras feministas a revisar completamente los roles sociales asociados al género femenino, a considerar la maternidad una forma de servidumbre y rechazarla completamente. El ejemplo paradigmático de esta postura es Simone de Beauvoir, que considera que la única vía posible para la liberación de las mujeres en la sociedad occidental (donde, según la escritora, en esa época se responsabilizaba únicamente a las mujeres de las tareas reproductivas) es la negación de la maternidad[6]. Sin embargo, atribuir al género femenino la responsabilidad sobre la reproducción y el cuidado de los hijos no es un hecho inevitable, por lo contrario, se trata del nudo crucial al cual se puede apostar para transformar la relación entre los géneros.

La solución consiste en dejar de reducir la maternidad a mero instinto y posteriormente hacer una total revisión del mandato social atribuido tradicionalmente a las mujeres, para desdibujar sus contornos y encontrar alternativas originales e inéditas. Para tal propósito, Adrienne Rich afirma que «Destruir el instituto no significa abolir la maternidad. Significa llevar la creación y el mantenimiento de la vida al mismo plano de decisión, lucha, sorpresa, imaginación y racionalidad de cualquiera otra tarea ardua, pero elegida libremente» (Rich, 1976). La autora reflexiona e indica los términos de una nueva relación madre-hija, que sepa romper con la tradición de autonegación que las madres han vivido. Para poder construir esta nueva relación es necesario que las madres sean conscientes de su condición de género y que hablen de contracepción y sexualidad con sus hijas. En esta relación íntima, privada y al mismo tiempo profundamente política, se encuentra gran parte de la posibilidad de resistencia de las mujeres contra el sistema de expropiación de sus cuerpos y de su fecundidad. En este sentido, el mismo papel maternal, una vez que haya salido de la rígida estructura que regula sus prácticas y representaciones, adquiere una fuerza renovada en grado de derrumbar el dominio patriarcal e institucional sobre los cuerpos y las mentes de las mujeres.

 

[1]   En Puerto Rico rige la legislación estadounidense.
[2]   En Guyana Francesa y Antillas Francesas rige la legislación francesa.
[3]   Héritier, Françoise, 2007 (ed. or. 2002), Masculino/femenino II: disolver la jerarquía. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica.
[4]   Rich, Adrienne, 1976, Of Woman Born: Motherhood as Experience and Institution, W. W. Norton & Company, New York.
[5]   Basaglia, Franca, 1983, Mujer, locura y sociedad, Universidad Autónoma de Puebla.
[6]   Simone de Beauvoir, 1949, El segundo sexo, Cátedra, España.

Imágenes: Medusczka y Sistema Nacional de Fototecas.

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Sacrificios humanos. Por Lina Altieri https://www.laquearde.org/2015/06/10/sacrificios-humanos-por-lina-altieri/ https://www.laquearde.org/2015/06/10/sacrificios-humanos-por-lina-altieri/#comments Wed, 10 Jun 2015 18:55:14 +0000 https://www.laquearde.org/?p=2705 Camila, 5 años Atendida en el consultorio pediátrico de un hospital por escoriaciones vulvares. Su madre dice que debe haberse lastimado en los juegos de la plaza. En la consulta, la niña está distraída y no presta atención a las preguntas del pediatra, hasta que la interroga una enfermera especializada. A ella le refiere: “Mi hermano …

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Camila, 5 años

Atendida en el consultorio pediátrico de un hospital por escoriaciones vulvares. Su madre dice que debe haberse lastimado en los juegos de la plaza. En la consulta, la niña está distraída y no presta atención a las preguntas del pediatra, hasta que la interroga una enfermera especializada. A ella le refiere: “Mi hermano juega conmigo a encontrar una llave que se le perdió. El hermano, ¿cuántos años tiene? “No sé, es el que está casado”.

Celeste, 7 años

Presenta ansiedad constante y escasa atención en clase, con bajo rendimiento. No simpatiza con ningún adulto, juega compulsivamente con sus amiguitas, aún obligándolas. No tolera ningún tipo de limitaciones y maneja muy pobremente la comunicación verbal. La madre registra la situación y dialoga con ella. Al principio no cuenta nada; ante la insistencia materna, relata de manera entrecortada y con mucho esfuerzo que uno de sus tíos la obliga a masturbarlo.

Manuela, 4 años

En el jardín maternal su maestra registra enuresis secundaria (1), elevada ansiedad, máximo interés por ver a sus compañeros varones en el baño y reiterados intentos de quitarles la ropa. Ante la determinación de la docente por conocer las posibles razones de esta conducta, y luego de la intervención del psicólogo institucional, la madre admite que su esposo es “muy cariñoso con ella… quizás demasiado… la baña él solo, le revisa el cuerpo todos los días, la lleva a la cama matrimonial para dormirla, desnudita… se encierra con ella para contarle cuentos… eso, ¿está mal?

Para Lina

Ejemplos similares a éstos formarían una larga lista. En cada hospital del Gran Buenos Aires se atienden decenas de casos por mes; no se conocen estadísticas de establecimientos privados. Sin embargo, la mayoría de los casos no llegan a ser atendidos porque no son detectados, o se los registra en la familia pero no se da a conocer la situación, o aún, se la considera normal. Estas situaciones ignoradas corresponden sobre todo a niñas no escolarizadas.

Muchas veces la familia no ve las señales, las niega, las minimiza, las lee mal o las ve pero no indaga, no habla con las víctimas. De eso no se habla. Y cuando se habla no se quiere saber demasiado: ni cómo pasó, ni durante cuanto tiempo, ni quién cometió el abuso. Si los síntomas son muy evidentes, por lo general se busca un culpable fuera de la familia, lo más lejano y desconocido posible, y si es alguien fácil de estigmatizar por factores sociales, culturales, étnicos, mejor.

Si es la propia víctima quien, venciendo el miedo, refiere la situación e identifica al abusador como alguien de la familia o muy cercano, se le cree a medias, restándole importancia a los hechos, o no se le cree, con lo que se la deja en total desamparo y además se la vuelve a victimizar mediante la sospecha.

Hasta aquí me he referido a algunos ejemplos de ASI – Abuso Sexual Infantil en niñas prepúberes. Un párrafo aparte merecen los casos en que el abuso se concreta en niñas algo mayores, con el resultado de un embarazo.

Hace pocos días fue noticia una niña paraguaya de 10 años violada y embarazada por su padrastro. Escribo “fue” noticia porque ya nadie, salvo las organizaciones especializadas, habla de ello.

Éste, y en menor medida los casos antes enumerados, son una forma de infanticidio. Digo en alguna medida porque aquellas niñas tuvieron acceso al hospital o a la escuela relativamente a tiempo, pero muy relativamente, porque en todos los casos siguieron viviendo con el perpetrador del abuso, aunque con algo de control de las instituciones involucradas.

En los casos en que se produce un embarazo, la salida es siempre altamente traumática para la víctima. Aun lo es en la mejor de las situaciones, cuando se puede interrumpir el embarazo, porque esta circunstancia no deja de ser una compleja e intrincada red nefasta para la víctima: estafada por alguien de su confianza, corrompida, forzada, lastimada física y mentalmente, muchas veces opta por no decir nada porque sabe que no le van a creer, y recién cuando el embarazo se hace evidente logra que alguien le preste atención. Si aborta, a menudo vuelve a ser violada por el mismo hombre, consciente de que si una vez se pudo borrar la consecuencia física de su crimen, puede volver a cometerlo impunemente.

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Se ven en los hospitales jóvenes veinteañeras arruinadas, con la inocencia, la juventud, la frescura robadas por siniestros personajes que deambulan muy tranquilos por la vida y que conservan su lugar en la familia: padres, padrastros, hermanos, tíos, cuñados. Chicas que acuden en general por dolencias ginecológicas, producto de abortos a repetición, y de la actividad sexual, con su abusador y/o con otros hombres, sin ningún cuidado, sometidas como objetos inertes a los que ellas consideran como sus dueños.

En los casos en que los embarazos de niñas y adolescentes siguen su curso y nace la/el bebé, la suerte no es mejor. Por la misma falta de protección y cuidado que las precipitó en esa situación trágica, las niñas ignoran todo respecto de la/el misma/o, dado que casi nunca logran sentirla/o como hija/o. No puede ser de otra manera. No se puede pretender que una niña de 10 años se haga responsable de una hija/o. Lo que sucede entonces, en la mayoría de los casos, es que este fruto de la violencia más ominosa, si tiene buena salud, termine siendo hija/o de nadie; lo cuida un poco la madre, otro poco la abuela, la tía, la vecina… Y si tiene mala salud, será hija/o de un hospital, de un asilo o de la calle.

A esta altura, cabe preguntarse la razón del título de este texto. El sacrificio es, grosso modo, una ofrenda hecha a los dioses o entidades superiores, pero también algo a lo que uno se somete con rechazo y repugnancia.

No hay duda que de la segunda acepción del término corresponde a los casos citados y a todos los abusos de hombres adultos hacia niñas. Pero, ¿y el primer significado? ¿La ofrenda?

La ofrenda se ve con claridad cuando el violador es un miembro de la familia, un miembro importante por alguna razón: porque es el padre o su sustituto, porque mantiene el hogar, porque es el hermano privilegiado que estudia, porque es un hombre relevante de alguna manera en la comunidad.

Entonces, en aras de la cohesión familiar, o de la economía de la casa, o del lugar de la familia en el grupo social, o de cualquier otra razón similar, se “sacrifica” a la pequeña niña, a escondidas, en silencio, sin hablar del tema, sin creerle cuando se queja de la violencia sufrida. Ocasionalmente, se comenta “ella se lo buscó”, argumento por completo perverso.

Ahora bien: por qué estos hombres hacen esto?

¿Son sujetos hipersexuados? Nunca, o casi nunca. ¿Carecen de otra forma de darle curso a su pulsión sexual? No, la mayoría de las veces tienen mujer, novia, amante. ¿Son enfermos? Sí, peligrosamente enfermos. Peligrosos para sí y para terceros, como exige el código penal para quitarles la libertad, ya sea internándolos o encarcelándolos.

Peligrosos porque en el fondo de su conducta aberrante no hay un deseo de sexo, sino de destrucción. Así lo considera la psiquiatría francesa actual que se dedica a las violaciones.

Tomar el cuerpo de otra persona y usarlo para propia satisfacción sin su consentimiento ya es violencia, pura pulsión de dominio, de poder. Cuanta mayor sea la inferioridad de la víctima, por edad, condición, salud, estado de dependencia, etc., mayor es la violencia que se ejerce por parte del adulto hombre, y la violencia siempre es destrucción.

Destrucción de las membranas corporales, de la integridad sexual, de la identidad, de la autoimagen, de la infancia, de la pubertad, de la adolescencia… Esta ruptura, una vez producida, no puede de ninguna manera ser reparada, y, en el mejor de los casos, puede ser elaborada, cicatrizada. El mejor de los casos no es el más frecuente.

En Argentina hay una asociación que trabaja sobre este tema muy a pulmón, sin casi nada de ayuda oficial, AVIVI – Ayuda a Víctimas de Violación. Muchos de los conceptos plasmados en este texto coinciden con su visión de esta tragedia cotidiana.

 

 

(1) El manual DSM-IV define este trastorno como la emisión repetida de orina en la cama o en los vestidos (sea voluntaria o intencionada) a una edad mayor de la normal. Se debe manifestar al menos dos veces por semana durante tres meses consecutivos. En el caso de la enuresis secundaria, el fenómeno no se había presentado por lo menos durante seis meses antes. Fuente: https://scp.com.co/precop/precop_files/modulo_4_vin_1/precop_ano4_mod1_enuresis.pdf

Imagen de portada: http://1mujerdescalza.escribirte.com.ar
Imagen interna: Eduardo Islas

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Hierro. Por Isabel Alcántara https://www.laquearde.org/2015/06/09/hierro-por-isabel-alcantara/ https://www.laquearde.org/2015/06/09/hierro-por-isabel-alcantara/#respond Wed, 10 Jun 2015 03:07:43 +0000 https://www.laquearde.org/?p=2679 María se levantó del piso con vértigo. La boca del estómago se le iba extendiendo igual que la niebla en los ojos no puede ser, no puede ser, no puede ser…, se le escurrían las lágrimas y se le llenaba la boca con el sabor del hierro: sangre, sudor, bilis, miedo, coraje, saliva, lágrimas, las …

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María se levantó del piso con vértigo. La boca del estómago se le iba extendiendo igual que la niebla en los ojos no puede ser, no puede ser, no puede ser…, se le escurrían las lágrimas y se le llenaba la boca con el sabor del hierro: sangre, sudor, bilis, miedo, coraje, saliva, lágrimas, las mujeres estamos hechas de hierro, de yerros, decía el cabrón de mi padre. Reconocía esa flema espesa que se le atoraba en la garganta, que le invadía la boca, se parecía al hambre, otra cabrona que se te avienta sin consideración.

Afuera, en la calle, aún se sentía el fresco de la mañana bajando de la montaña, el sol apenas dejaba que se distinguieran las cosas, se tarda lo que se le pega la gana. En el camino de tierra, una luciérnaga agonizante le guiñaba un destello de estrella extraviada, de quemada entre muros grises, vida titilante consumida. La espalda húmeda también quemaba, ardía, la carne viva pelada, raspada por la pared de tabicón, la camiseta mugrosa se sentía como látigo, ella como mula, bestia de carga, cargada. Cuidaba sus pasos, veía sus piernas raspadas como cuando era chiquita y jugaba con los niños de la cuadra, los mismos de anoche, que también se raspaban las piernas, nomás que entonces todos nos reíamos.

Hierro: la maestra de biología les dijo que la sangre tenía ese sabor porque contenía altos niveles de ese mineral. María se tocó las rodillas pastosas de lodo rojizo, ese era su yerro, su sabor mezclado con la inmundicia; la biblia decía que el hombre estaba hecho de arcilla y ahí estaba ella con su carne pelona y la sangre revuelta.

Desde que la gente se enteró de que su padre abusaba de ella, no la bajaban de puta. Ni su mamá la quería cerca y siempre negaba que su marido tocara a su hija, eso dice porque quiere llamar la atención, ya no sabe ni qué inventar. Sus compañeros la molestaban diciendo que también querían probarla. Sabrosa, silbaban entre dientes como serpientes cuando la empezaron a tocar, a golpear, a penetrar. Ahí estaba de nuevo ese asqueroso sabor a yerro, el vértigo, el vómito, la sangre reptando por la garganta.

María llegó a su casa cuando el sol aún no se levantaba lo suficiente, en el último parpadeo de la luciérnaga; reinaba el silencio de las mañanas interrumpido por uno que otro sonido de un cuerpo acomodándose entre las sábanas, la respiración profunda del olvido, el sobresalto de un ronquido; afuera se escuchaba un ladrido lejano que se iba perdiendo, se degradaba en el espacio como todo lo que alguna vez causa asombro, como el dolor o la vida. Todo menos la muerte que llega y se clava directa, profunda en la tierra, se yergue en la mente, en la memoria traicionera que no se cansa de evocar las ausencias y malvende lo que hay y podría ser para lanzar un guijarro al abismo con la esperanza de colmarlo algún día. Se quitó las calcetas y humedeció una para limpiar sus rodillas ensangrentadas. Gotitas de agua escurrían por su piel y el eco de las lágrimas rodaba por sus mejillas, de espalda al espejo intentaba ver de reojo y limpiarse los rasguños en el torso desnudo, su cabello grasiento caía en pesadas columnas que le azotaban las heridas. Entre sollozos, con la mirada turbia por el dolor, vio una figura deforme en la puerta y alcanzó a escuchar en la voz de su madre: puta.

Los días pasaban y se multiplicaban como los gusanos en la carne putrefacta, acumulándose en su vientre, en sus pulmones, las manos que le hormigueaban, las piernas pesadas, la espalda en cuyas heridas ya sólo quedaba la sensación de insectos, bichos que manaban de sus ojos entrecerrados durante las clases, la voz de los maestros gritando para despertarla, el hambre que casi siempre culminaba en vómito y el mareo, el vértigo que desfiguraba los objetos, a las personas, los paisajes, sonidos y hasta los aromas. Lo único capaz de serenarla era sentir el viento del monte golpeando su cara, el sol penetrando su piel, la humedad del pasto y la tierra bajo sus piernas; intento de flor de loto, María se preguntaba si los árboles sentirían la frescura de la tierra a través de sus raíces, si los muertos serían capaces de percibir el aroma a hierba húmeda y si finalmente el suelo aceptaba mezclarse con la sangre de los cuerpos para brindar una nueva oportunidad de volver a ser materia prima, privilegio que el hombre se negaba al enterrar los cadáveres en un cajón de madera o quemarlos hasta reducirlos a cenizas, qué estupidez, creer que se puede venir del polvo, que se vuelve a la tierra pero al morir se le impide a la sangre volver a su destino. Se recostó sobre el pasto y acarició la hierba con la yema de sus dedos, aguzó el oído esperando escuchar el silencio pero muy pronto la invadieron los sonidos de las personas, de los coches, los animales; aquí nada es puro, excepto la tristeza, quizá.

María se detuvo frente a la imagen de la virgen cargando a su niño y sintió deseos de decirle puta; miró alrededor y vio algunas personas sobre la calle por donde pasó un coche con corridos a todo volumen, el pinche Caco, sólo él puede, y dejó un envase de cocacola sobre la vitrina de la virgen para salir corriendo hacia la camioneta del sonido. El Caco, enfundado en jeans negros, camisa a cuadros, cincho y botas cafés con motivos blancos y sombrero claro la miró de arriba a abajo con una sonrisa socarrona y se acercó para hablarle. María apenas soportaba el aroma penetrante de su loción y contenía el vértigo que le provocaba el aliento de ese individuo que no guardaba ningún respeto por su espacio personal, ¿quién lo hacía?, que representaba el ejemplo de la oportunidad bien aprovechada de sacar dinero fácil jodiéndose a la gente, que infundía miedo sin respeto, como una rata rabiosa que se desliza entre la inmundicia y que, además, era su única esperanza.

El Caco aceptó ayudarla a terminar con su situación siempre y cuando ella se aventara unos trabajitos para ganar dinero y poder empezar en la ciudad, donde nadie la conocía. Llegaron con los doctores, a una casa acondicionada como una especie de clínica en la que se veía a la gente ir de un lado a otro sin demasiada prisa y en la que, a pesar de la cantidad de gente que había, reinaba el silencio la mayor parte del tiempo. María vio varios crucifijos colgados en las habitaciones por las que iba pasando; al llegar a donde la iban a revisar, notó una imagen mucho mayor de la virgen cargando a su niño y una paloma blanca sobre ellos, pinche buitre, coronando la escena. Un hombre mayor se acercó hasta ella y dio las órdenes para prepararla. Así, nada más. No preguntó su nombre, su edad, nada. Directo al matadero.

María pasó días horribles, quizá fue un solo día muy largo, un día sin noche en que las luces la torturaban constantemente, en que los sonidos nunca cesaban y los pasos la rodeaban, los gritos, portazos, más gritos, lamentos, sollozos.  Sentía su sangre resbalando por la piel, los dientes de las bestias hundiéndose en su carne, los miembros exhaustos incapaces de moverse, la boca del estómago hinchada, a punto de reventar y la garganta inundada con el sabor del hierro. Quizá eso era la muerte, un resumen de su vida, la condensación de todas las sensaciones, las emociones, los sentimientos, vivencias y decepciones.

Se hizo consciente de la vida que aún tenía una noche calurosa, sentía el sudor pegado sobre su cuerpo, la tela pegada a su piel, adherida, quemando. El ardor inconfundible de la carne en contacto con otros materiales, la ausencia de la piel y las lágrimas incontenibles que despertaban sus mejillas y sus labios, ¿qué pasó? Nadie respondía, nadie le hablaba pero la veían de reojo, la revisaban casi sin notarla, poniendo atención en su cuerpo como cuando se va a comprar un pedazo de carne en la carnicería. Cuando la encontraron en buen estado le dijeron que se iba, ¿a dónde?, a donde mereces, putita, ahora sí vas a saber lo que es bueno.

María aún se tambaleaba, las piernas no le respondían del todo y estaba tan concentrada en no caer de nuevo al piso que no vio cuando la metieron en un coche. Miraba sus pies desnudos y sintió vergüenza; se recordó a sí misma, los mismos pies desnudos colgando y jugando mientras su papá se sentó a su lado y le acarició el cabello. Sintió dolor. Los mismos pies desnudos cuando su mamá la encontró llorando en un rincón del cuarto y le pegó llamándola puta y mentirosa porque no creyó lo que le había dicho. Esos pies que la habían llevado tantas veces de su casa al otro infierno que era la escuela, en el que sus compañeros la habían obligado a pasar entre ellos como un balón en un juego macabro, sus pies desnudos sobre la cama tiesa donde un doctor de cara fría y manos ensangrentadas se metió en sus entrañas para extraerle una muerte incrustada en la carne, el miedo de la vida, el regalo de dios y su buitre blanco. Ahora estaban ahí, sus pies sucios, llenos de tierra, lodo, sangre, ¿es mía?, deseando hundirlos en una fosa, en un abismo, tantas fosas comunes encontradas así al azar y yo no tengo la suerte de aparecérmeles. Quiso sentir el barro entre sus dedos, bajo sus plantas sin raíces y escuchó la sirena llamándola en tonos rojos y azules.

Volvió a sentir el vértigo en la boca del estómago, el coraje, la bilis y el sudor, en su lengua la sangre y la amarga saliva, su rostro ya sin lágrimas, sin miedo. Las reas le gritaban para que se levantara y se defendiera, mete las manos cabrona, aquí ya no estás en tu casa, tu mami no va a venir por ti. Veía sus rostros como destellos coléricos, luciérnagas infernales, en un ambiente brumoso, gris y pensó en los puercos, en las gallinas, en los perros famélicos peleando por los pedazos de desperdicios; miró el piso y un poco de su sangre batida en el concreto. Ahí ya no había tierra que se le pegara en las heridas, ahí, el dolor se quitaba con un trapo y con detergente, a veces con un algodón y agua oxigenada. A su mente vino la palabra “aséptico” y escupió.

 

Imagen: 1)  http://divcomedia.blogspot.mx/2011_10_01_archive.html

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