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Ay sí, tú, ay sí, tú, ¿y los lagartones, y los quedados?

Octavio Paz dice que toda crítica filosófica se inicia con un análisis del lenguaje. Cualquier persona con visión crítica y cierto grado de capacidad analítica que se detenga a evaluar los códigos que utilizamos lxs mexicanxs para comunicarnos entre nosotrxs, podrá apreciar la filosofía con base en la cual hemos construido nuestro lenguaje. Dentro de éste, la gama de términos peyorativos que han sido asignados a la mujer por razón de su sexo es amplísima. En esta entrega de palabrerías analizaremos, por contraste, los siguientes:

Término Significado Equivalente en masculino
Puta Quizá una de las palabras más temibles para muchas mexicanas. Su uso como insulto es generalizado; hace alusión en tono peyorativo a las trabajadoras sexuales o, en su defecto, a las mujeres que ejercen libremente su sexualidad. Sienta sus bases en el estigma y el repudio, y al parecer su uso ha sido altamente efectivo históricamente para mantener a las mexicanas restringidas en la libre expresión de su sexualidad y apegadas a lo que el sistema requiere de ellas. Hasta donde sabemos, en el idioma español no existe una palabra de uso común que estigmatice a los mexicanos por ejercer libremente su sexualidad. El término “puto”, en cambio, es utilizado para referirse despectivamente a los hombres homosexuales, o a los hombres que, a juicio del emisor, han dado muestras de “cobardía” o “miedo”; su carga peyorativa está íntimamente relacionada con el bien conocido “pareces vieja”, que contribuye a reforzar la creencia machista de que el miedo y la cobardía son características inherentes al sexo femenino, mientras que el valor y el arrojo son características inherentes al sexo masculino.
Quedada Probablemente otra palabra temible para muchas mexicanas. Se utiliza para hacer alusión, en tono peyorativo, a las mujeres heterosexuales que, llegada una determinada edad, no contrajeron matrimonio. Sienta sus bases en el estigma y la discriminación. Su uso pretende hacer creer a las mexicanas que su valía reside en ser elegible por un tercero para contraer matrimonio, institución dentro de la cual los roles de género tradicionales establecen que la mujer debe ocupar un rol de subordinación frente a su marido, y de servidora en beneficio del mismo y de sus hijxs, entre otrxs beneficiarixs opcionales. Hasta donde sabemos, en el idioma español no existe una palabra de uso común que estigmatice a los mexicanos por no haber contraído matrimonio después de cierta edad. A la figura del hombre heterosexual mexicano que, llegada cierta edad, eligió no casarse, por lo general se le atribuyen significados positivos, que bien podrían resumirse en la figura del “soltero codiciado” o del “hombre inteligente que nunca se dejó atrapar”. Este fenómeno, sin embargo, dependiendo de lo macho o no que se muestre el sujeto en cuestión en sociedad, también podría despertar dudas sobre su orientación sexual (si es que no se ha reconocido abiertamente como homosexual), y aunque ello podría acarrearle el acoso del que son objeto las personas homosexuales, a nuestro real saber y entender no existe una palabra que señale o denigre a ningún hombre mexicano por no haber sido elegible por una mujer para contraer matrimonio.
Lagartona Se utiliza para legitimar la infidelidad masculina heterosexual y encauzar el castigo social hacia la mujer. Cuando un hombre comprometido en una relación formal con una mujer decide entablar al mismo tiempo una relación con otra mujer fuera de ese vínculo, la furia y la indignación colectivas recaen sobre esta última, dejando al prometido libre de culpa y vergüenza, volcando la carga del estigma sobre la única persona en juego que no firmó o comprometió su palabra en modo alguno con la afectada en cuestión. En su modalidad matrimonio también es conocida como “destruye hogares”. Si hay hijxs de por medio, el castigo se recrudece. Este calificativo es altamente efectivo para propiciar la misoginia, el odio y la rivalidad entre mujeres; al mismo tiempo contribuye a mantener siempre intacta la imagen del hombre heterosexual, figura capital de los poderes dominantes. Hasta donde sabemos, en el idioma español no existe una palabra de uso común que estigmatice a los mexicanos por entablar una relación con una mujer que mantiene una relación estable con otro hombre. Si una mujer comprometida en una relación de pareja heterosexual decide entablar una relación con otro hombre fuera de ese vínculo, el castigo social no recae, como en el caso de la lagartona, en el tercero en cuestión. En este caso el estigma vuelve a recaer sobre la mujer, quien muy probablemente será acusada de “puta”. Si hay hijxs de por medio, el castigo se recrudece. En contraste, y en referencia a la cultura española que, por evidentes razones, permeó a la mexicana, el artículo 428 del Código Penal español de 1944, vigente hasta hace relativamente poco, señalaba que: “El marido que sorprendiendo en adulterio a su mujer matase en el acto a los adúlteros o a alguno de ellos, o les causase cualquiera de las lesiones graves, será castigado con la pena de destierro. Si les produjese lesiones de otra clase, quedará exento de pena…”. Sobra decir que dicha ley no era aplicable en caso de ser la esposa la afectada.

Meme_Palabrerias

Nosotras hemos dado en reflexionar que las palabras que utilizamos para comunicarnos y auto afirmarnos deberían representar una decisión consciente de cómo queremos construirnos como personas y como sociedad, o lo que es lo mismo, y como dijo una sabia anciana “Dime cómo hablas y te diré cuánto contribuyes a construir una sociedad más justa”.

Hasta aquí, amiguitas y amiguitos, la reflexión de su sección Palabrerías del día de hoy.

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