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Lesbiandad política y acompañamiento de cuerpos que abortan. Por Dahlia Bat

Soy acompañante de cuerpos en situación de aborto desde hace varios años, inicié a compartir información sobre aborto con Misoprostol luego de que aborté, y lo hacía básicamente por sentido común. Pero no daba acompañamiento, sólo la información. No daba acompañamiento porque me daba miedo ser criminalizada. Luego encontré el feminismo y el feminismo me quitó el miedo. Soy acompañante de cuerpos que abortan, desde una perspectiva feminista, desde hace casi dos años. Y desde ahí, es desde donde escribo. ¿A qué me refiero con acompañar y dar información? Esto significa que difundo por medio de redes sociales y vandalismo (pegando memes en espacios públicos) información sobre el uso del misoprostol para tener abortos libres y feministas. El acompañamiento consiste en resolver todas las dudas y estar ahí durante todo el proceso dando palabras feministas de emancipación, cariño y rabia a la persona que habita el cuerpo abortante.

Cada vez que hablo sobre la importancia de compartir nuestros saberes para que otras cuerpas y otros cuerpos puedan tener abortos libres, autónomos y feministas, sin pedir perdones ni permisos, me encuentro con varios cuestionamientos. A veces me señalan de colonialista, de tener una actitud paternal y de actuar como feminista blanca y activista redentora que busca salvar a otras, pobrecitas, bajo el escudo de la radicalidad; otras se escandalizan al escuchar la palabra clandestinidad, citaban tratados internacionales que no tienen dientes y me dicen que si la CEDAW recomienda que no sean clandestinos, que si la ONU dice que la obligación del Estado es procurar que las mujeres tengan acceso a la interrupción del embarazo legal y gratuita. Que “si aborto sí, que si aborto no, eso lo decido yo” siempre y cuando sea en un hospital (sobreviviendo a la violencia obstétrica), con un doctor (misógino), y el permiso de papá Estado. Que si mejor hay que informar sobre el uso de anticonceptivos para evitar embarazos no deseados. Que si la interrupción legal del embarazo ya es una realidad en el DF por qué mejor no invitamos a los cuerpos que quieren abortar a que lo hagan allá; que si es una irresponsabilidad difundir información tan “delicada” porque el aborto no es un juego. Que si el síndrome post-aborto; que si abortar en casa es un delito. Que si el aborto es una experiencia traumática.

Voy a contestar brevemente algunos de estos juicios y cuestionamientos. ¿Colonialista, complejo de salvadora? Mi intención al dar información sobre aborto libre y feminista no es salvar a nadie. Tampoco ir a colonizar cuerpos ajenos y decirles cómo deben manejar sus procesos, sus úteros y sus maternidades. Para dar acompañamiento e información me baso en dos praxis: La lesbiandad feminista, que es mi forma de renombrar la sororidad, es decir los pactos políticos de apoyo mutuo basados en la horizontalidad, y el afecto alegre entre mujeres y parias de género. La lesbiandad feminista es la praxis radical de apostar por el amor entre mujeres y parias, por el buen trato entre nosotras, por el cuidarnos unas a otras, y minimizar al máximo las violencias que ejercemos, pero sin perder el análisis y sin convertir estas alianzas en amor romántico. Y lo otro es hilvanar saberes con praxis subversivas y pensamientos emancipadores. ¿Cómo es esto? Viene acá un cuerpo potencialmente abortista con una idea emancipadora; la idea de decidir sobre su maternidad, la idea de abortar el mandato de ser madre y me dice: “Oye, yo quiero abortar pero no sé cómo” o “leí la información y tengo miedo”. Y luego, lo que sigue es que por medio de un ejercicio de mayéutica de preguntas y respuestas, y respuestas y preguntas se aborten los miedos y los mandatos patriarcales encarnados en los úteros. Por medio de la mayéutica y el diálogo horizontal se tejen rebeldías con saberes; se hilan ideas libertarias con información médica desde una perspectiva feminista y entonces devienen los cuerpos abortantes.

Para muchas feministas la lucha por el aborto libre se debe enunciar como “abogar por la interrupción legal del embarazo” y debe darse sólo en el marco de los derechos humanos, respetando las recomendaciones de la CEDAW. Muchas feministas dicen que no debemos decir lucha, porque lucha hace connotación a la guerra, y la guerra es patriarcal, claro, como si la docilidad, el pacifismo y el amor no fueran herramientas patriarcales para garantizar que las mujeres y otras corporalidades oprimidas nunca tomemos las armas y nos defendamos del terrorismo machista y colonial. Pero, ¿realmente hemos analizado lo que dice la CEDAW respecto a la interrupción legal del embarazo? ¿Conocemos las lagunas jurídicas que tiene? ¿Podemos basarnos en una herramienta que recomienda pero no exige, que sentencia pero no castiga la omisión? ¿Podemos poner toda nuestra confianza en una herramienta que es tibia al señalar que las leyes de ILE deben ser congruentes con las legislaciones de cada país? ¿Las herramientas del amo, pueden destruir la casa del amo? No lo creo, y no creo porque muchas constituciones están blindadas contra leyes a favor del aborto, están blindadas protegiendo la vida desde la concepción. No lo creo, porque mientras discutimos si el aborto debe llamarse ILE, derecho a decidir o me saco los embriones del coño, miles de cuerpos se desangran hasta morir.

En mi breve camino como acompañante de cuerpos que abortan, he visto con tristeza que todes estamos a favor de “la libre elección”, hasta que se habla de aborto libre en casa con pastillas. He visto con rabia como se usa el eufemismo a favor “de la libre elección” para no decir que estamos a favor del aborto porque no queremos que nos tachen de abortistas, de brujas promovedoras del mal. Como feministas nos sigue importando lo que la sociedad diga de nosotres, por eso muchas veces no nos nombramos como feministas, por eso decimos que el feminismo lucha por los derechos de la mujer; que busca la equidad; que busca la igualdad entre hombres y mujeres, como si nada más existieran hombres y mujeres, y como si entre hombres fueran iguales, como si no existieran opresiones por clase y raza que nos separan en experiencias vitales. También decimos que las feministas no somos lesbianas ni somos feas ni odiamos a los hombres. Todavía nos hace tanto ruido lo que la sociedad diga de nosotres que esto se refleja en nuestras posturas políticas y éticas y desde luego en nuestras consignas, ¡no somos feas! ¡No estamos a favor del aborto, estamos a favor de la libre elección! ¡No odiamos a los hombres!

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Ante un escenario de leyes patriarcales restrictivas, de feminicidios por abortos inseguros y de criminalización, me dicen que difundir información sobre el uso seguro del misoprostol es contra revolucionario porque entorpece el acceso al derecho de la interrupción legal del embarazo en el marco del respeto a los derechos humanos y las recomendaciones de los tratados internacionales. Y me digo, sí claro, debemos luchar para que decidir sobre nuestras maternidades no sea criminalizado. Debemos luchar para que la que no quiere ser madre no vaya a la cárcel o sea estigmatizada por ello, y la que sí, no sea esterilizada a la fuerza para acceder a programas públicos colonialistas. Pero, y luego me pregunto, más allá de la lucha contra la criminalización y la esterilización forzada, en los actos concretos ¿qué tan deseable y conveniente es pactar con el Estado las condiciones en que podemos o no abortar? ¿Qué tan conveniente es que nuestra única vía para decidir sobre nuestros cuerpos y cuerpas sea la interrupción legal de embarazo en un hospital bajo los estándares violentos de la medicina patriarcal? ¿Qué tan emancipador es interrumpir un embarazo bajo las condiciones de un sistema neoliberal que hegemoniza los derechos humanos bajo una lógica de bienestar occidental? ¿Es ético pactar con un Gobierno que por un lado permite las ILE pero por otro hace limpiezas raciales mediante políticas públicas racistas que incluyen control natal obligatorio y esterilizaciones forzadas? Y sobre todo me pregunto: Y mientras que se consigue la interrupción legal del embarazo en un hospital, gratuita y sin estigmas, ¿qué? ¿Que sigan muriendo miles de septicemias en feminicidios por abortos inseguros? ¿Vamos a permitir que el Estado nos siga matando con sus leyes y tutelajes?

“Hay otras formas de apoyar la libre decisión” “Yo estoy a favor de la libre elección pero no así” Pero, pero… ¿cuáles son otras formas? ¿Las marchas a las que sólo vamos los grupos feministas? ¿La iniciativas que pueden tardar años en ser aprobadas? ¿Las AC que ayudan a las mujeres a viajar a ciudades donde existe la ILE? ¿Negociar con las instituciones que generan políticas públicas que obligan a mujeres racializadas a esterilizarse? Claro, todas éstas son opciones… Pero mientras “alcanzamos el derecho al aborto” ¿qué? Seguimos yendo a las manifestaciones a gritar ¡Aborto sí! ¡Aborto no! ¡Eso lo decidido yo! y cerramos los ojos ante los feminicidios por abortos negados por el Estado, esos feminicidios que no nos atrevemos siquiera a nombrar como feminicidios… Es una pregunta seria.

Y en este contexto de criminalización, muerte y prohibición, en este contexto de feminicidios por abortos inseguros, todavía hay quienes me llaman irresponsable por difundir información sobre abortos libres en casa. En este punto es importante resaltar que NO debemos confundir el aborto clandestino inseguro con aborto (clandestino) seguro, autónomo y autogestivo. Clandestino no es sinónimo de inseguro. El aborto inseguro es el que se practica en condiciones insalubres con métodos jodidos y sin la información necesaria, mientras que el aborto autónomo y autogestivo es el que se realiza con información feminista, libre de estigmas y con protocolos médicos avalados por la OMS, pero socializados con perspectiva emancipadora. Y bueno, irresponsable es pensar que la única opción es legislar: exigirle al Estado la garantía de la no criminalización por aborto es fundamental, pero pensar que la única opción es la vía legal es muy inocente y muy irresponsable, porque mientras se está exigiendo siguen muriendo miles en abortos inseguros. Irresponsable es pensar que estar a favor de la libre elección ya es por sí sólo un acto revolucionario sin hacer nada más por contribuir a que se solucionen problemas inmediatos de los cuerpos que no quieren ser madres. “La indignación no compromete a nada, de ahí que sea tan frecuente”. Irresponsable es tener la información y no difundirla. Irresponsable es decir que usar misoprostol causa muertes y que el aborto es una experiencia terrible. Irresponsable es seguir perpetuando el miedo y el estigma. Irresponsable es contribuir a la desinformación dando cifras alarmantes que no corresponden al uso del misoprostol sino de abortos inseguros. Irresponsable es confundir la autonomía y autogestión con la insalubridad.

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Practico un feminismo que cree en la autonomía y en la autodefensa y que no comulga con los feminismos burgueses que hablan desde el privilegio; ¿para qué abortar en tu casa si puedes viajar a un lugar donde sea legal? -me dicen- ¿es en serio? ¡Claro!, se me olvidaba que para muchos feminismos la única forma de decisión válida es la que YO considero correcta, por ejemplo si yo tengo los recursos económicos para viajar a una ciudad donde exista la Interrupción legal del embarazo (ILE), entonces doy por hecho que la única forma de ejercer mi “derecho a decidir” es viajando a un lugar donde esté legislada la ILE. Para el registro, dijera Emma Watson, muchos cuerpos que abortan son también madres, trabajadoras, empobrecidas y no pueden o no quieren viajar. A veces nos cuesta trabajo analizar que nuestras posturas y praxis están sostenidas por privilegios, y que no los vemos porque los vemos a través del privilegio. Entonces les recuerdo: Un feminismo sin perspectiva de clase y raza es blanco y burgués. Y lo que sirve para mí, lo que desde mi amalgama de privilegios/opresiones veo como libertad, acceso a derechos, bienestar o emancipación no es universal.

Por todo ello, aunque me digan irresponsable, aunque el Estado trate de criminalizarme, aunque me digan que mi praxis política es contra-revolucionaria, seguiré hilando rebeldías con saberes para que todo cuerpo que quiera abortar pueda hacerlo sin violencia, sin estigmas, sin miedo, sin un médico misógino que le recuerde cada 5 minutos que el dolor que está sintiendo no es por la falta de anestesia sino por no cuidarse. Cuando una mujer aborta no sólo aborta un embrión, aborta el miedo, aborta el qué dirán, aborta el mandato de ser madre, aborta la heterosexualidad que nos coloca a las mujeres sólo como madres, putas o santas. Pero cuando una mujer aborta en su casa con medicamentos, además aborta al Estado y sus leyes de mierda. Se posiciona frontalmente y poniendo el cuerpo ante las leyes restrictivas.

Para mí, el feminismo no es una postura política a favor de las mujeres, para mí el feminismo es una apuesta ética y una praxis subversiva. Por ello, mientras el Estado tutele nuestros cuerpos, mientras las instituciones aplaudan la ILE pero aprueben las esterilizaciones forzadas, y mientras algunos grupos feministas digan que el aborto es una experiencia terrible, seguiré hablando sobre el uso del misoprostol para tener abortos feministas, libres y emancipatorios, sin pedir perdones, ni permisos.

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About Dahlia Bat

Mis haters dicen que soy una feminista blanca, heterosexual y burguesa, que le hace daño al feminismo con sus críticas que reproducen todo lo que critica. Yo me enuncio como mujer por diagnóstico médico y estrategia política. Transfeminista. De boca sucia y rímel corrido. Grosera. Violenta. Gótica. Filósofa. Mexicana. Soy becaria del PECDA en el área de literatura con un proyecto sobre feminicidios en México. Escribo en www.organizandolarabia.tumblr.com y administro en facebook/ecardsfeminista y www.necesitoabortar.tk. Ardo porque alegría, emancipación y autonomía sean más que palabras.

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One comment

  1. Hola Dahlia, tu texto es increíble. Me gustaría saber si lo podría traducir al portugués y publicarlo para seguir difundiendo información. Gracias por este texto tan rico.

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