¿Cuántas veces hemos escuchado “juegas como vieja”, “pegas como niña”, “corres como nena”, “cargas como mujer”? Estas frases son el resultado de asignaciones culturales que se han hecho a mujeres y hombres, en las que se determina de manera arbitraria que una mujer no puede entrar en ciertos ámbitos. El deporte representa uno de esos espacios en los cuales “no deberían” estar. En este contexto, ¿qué implica ser una mujer deportista?
Pilar Roldán participó en esgrima en los Juegos Olímpicos de 1968, donde se convirtió en la primera mexicana en obtener una presea olímpica. ¿Por qué fue hasta 1968 que una mexicana ganó una medalla? ¿Antes no se les permitía participar en los Juegos Olímpicos? ¿Las instituciones deportivas no creían en la capacidad de las mujeres? ¿Después de su triunfo, las instituciones al mando del dictador Gustavo Díaz Ordaz, apoyaron a Pilar en su carrera? Habría que preguntarse si el hecho de permitir que las mujeres incursionaran en este ámbito demostraba un cambio en la política deportiva o sólo era una concesión del país anfitrión.
Sin duda, una medalla olímpica pone en alto el nombre de un país. ¿Podemos imaginar el trabajo que implica obtener una presea? Porque detrás de una mujer deportista que lucha por trascender en la historia del deporte, también está presente su esfuerzo, dedicación, sacrificio, disciplina, así como un equipo de trabajo que la sostiene. ¿Habrá sido lo mismo ser mujer deportista en 1968 que serlo en el 2016?
“Para mí ser una mujer deportista es luchar, es luchar contra todo, luchar contra un país […] luchar contra mucha gente que no cree en ti, luchar contra gente machista, […] contra una federación, […] contra un gobierno que no te apoya, […] a veces con tus mismos compañeros. Para mí, eso es ser una mujer deportista, es ser una mujer guerrera, una mujer que no se deja vencer”.
Señala Vanessa Zambotti -judoka mexicana profesional- con una sonrisa en el rostro y un semblante que refleja su orgullo por ser mujer deportista.
Andrea Poö y Vanessa Zambotti en Tatami, CONADE. Foto: Cynthia Chalico
Entonces, ser una mujer deportista, por lo menos en México, implica ser una “guerrera”, representa una lucha, un combate contra el machismo, es decir, contra la violencia de género. Esta violencia que se manifiesta en las frases antes señaladas, también está implícita, y actúa como freno de las aspiraciones de muchas mujeres que se integran al campo deportivo.
En este reportaje tratamos de responder, desde la voz de algunas deportistas de alto rendimiento, a cuestiones como, los prejuicios sociales que consideran la no pertenencia a ese espacio público, qué temores se reflejan respecto a el dominio de las diversas disciplinas deportivas, qué argumentos se esgrimen para pretender que las mujeres no salgan de los roles de género – el cuidado de los hijos, labores domésticas, atención al esposo, etc- .
Sin embargo, habrá algunas que se queden a cumplir estos roles, mientras que otras van a explorar distintas posibilidades, como estar en una cancha de fútbol soccer. Tal es el caso de Teresita del niño Jesús Campos, ex portera seleccionada y actual entrenadora de porteras y porteros en la Federación Mexicana de Futbol Asociación, A.C (FMF), quien recuerda que cuando decidió estudiar para Directora Técnica (DT), recibió un comentario sexista por parte del ese entonces DT de fútbol profesional Juventino Paredes: “¿Tú para Director Técnico? O sea, no vas a poder estudiar para eso […] esto es para hombres, Tere”.
Tere Campos en su casa. Foto: Carolina Flores
Esta violencia de género lleva muchos años ejerciéndose. Charlotte Bradley, ex corredora de fondo, recuerda con ironía que en los años setenta:
“A los compañeros les daban […] un cierto premio simbólico y metálico y un cristal cortado que valía como medio millón de pesos. […] resulta que yo gano en esa expo, me acuerdo porque fue en […] Finlandia […] y dije ¡ya la hice!, pero no, me dieron un libro de cocina en Irlandés, pesadísimo”.
Una de las facetas que marcó a Charlotte como deportista fue su maternidad, ya que con 18 años tuvo que enfrentar las críticas por parte de compañeros y directivos deportivos simplemente por romper con los “ideales” de éstos, quienes consideraban que al ser madre debía dejar las pistas para dedicarse de manera exclusiva al cuidado de su hija. “¿Tú qué haces aquí?, ya vete a tu casa, a cuidar a tu niña”, le repetía Mario Vázquez Raña, Director en ese entonces del Comité Olímpico Mexicano (COM), institución de la que Charlotte formaba parte.
Charlotte Bradley en la sala de su casa. Foto: Ana Rizo
Este problema de discriminación de género no sólo se vive en México, sino también en países como Estados Unidos. En el maratón de Boston de 1967, Kathrine Switzer fue agredida verbal y físicamente por el juez Jock Semple, también director de la competencia, quien le gritaba a la atleta: ‘¡Fuera de mi carrera!’ Esto por ser la primera mujer que se las arregló para participar en dicho maratón.
Tampoco los países considerados de “primer mundo”, como España, están exentos de prácticas sexistas. El 23 de septiembre de 2014 Gala León fue nombrada capitana del equipo de Copa Davis. Este suceso estuvo rodeado de polémica, ya que jugadores y entrenadores de tenis -todos hombres- como Tony y Rafael Nadal manifestaron su inconformidad ante la designación de una mujer como líder de la Copa; incluso declararon que el nombramiento de Gala se dio de forma “irregular”. A Rafael le pareció “extraño” y argumentó que hay jugadores con “grandísima trayectoria que no han sido capitanes aún”, haciendo referencia a que los hombres deben seguir en el poder, y así ocupar el lugar asignado a la ex tenista.
En México, a pesar de existir una Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (LGAMVLV), en la cual se estipula que la violencia es “cualquier acción u omisión, basada en su género, que les cause daño o sufrimiento psicológico, físico, patrimonial, económico, sexual o la muerte tanto en el ámbito privado como en el público”, la violencia se sigue reproduciendo en varios ámbitos, incluso en instituciones y órganos deportivos, lo cual se puede ver en la falta de apoyo económico hacia las deportistas.
Karla Schleske se ha enfrentado a esto durante los siete años que tiene como heptatleta -que consta de siete pruebas-. Su disciplina y constancia se ven reflejadas en sus resultados -en los años 2010 y 2011 fue campeona nacional, el último con récord mexicano, y en los últimos tres años ha estado en los primeros cuatro lugares nacionales- y, sin embargo, en la actualidad Karla no tiene ningún apoyo económico por parte de instituciones deportivas o del Estado, solamente cuenta con el patrocinio de un café de Veracruz, el cual la apoya con ropa deportiva y efectivo. Sin embargo, no es suficiente para que Karla cubra los gastos de su manutención y entrenamiento.
“Ahorita tengo un patrocinador, que es el café de La Parroquia de Veracruz, ellos me están apoyando. Antes me apoyaba el Estado, pero ahorita no, porque tengo que estar en primero o segundo lugar del campeonato nacional. Me mantengo con uno que otro trabajo que pueda realizar […] ahorita estoy vendiendo seguros cuando tengo un poco de tiempo”.
Karla Schleske en la Copa Puma de Atletismo en C.U. Foto: Ana Laura Valdez
Otro ejemplo de esta falta de apoyo lo podemos ver en el fútbol femenino, uno de los deportes históricamente considerado para hombres. Tere Campos nos comparte que en 1999, estando como portera en la Selección Nacional Mexicana de Fútbol Femenil, tenía que utilizar los uniformes de los hombres, ya que las mujeres no tenían indumentaria propia. No fue sino hasta el 27 febrero de 2015 cuando la Selección Mexicana de Fútbol Femenil recibió por primera vez un uniforme oficial y diseñado para ellas.
Aunado a esto, Tere no contaba con ninguna beca o patrocinio que le permitiera solventar su carrera dentro del fútbol:
“Había gente en los equipos que te ayudaba con algo […] Cuando veían que eras de buen nivel, los señores a los que les gusta el fútbol femenil nos daban una ayuda para comer […] de 100 a 300 pesos. Ellos decían: ‘te doy para la gasolina’ o ‘te doy para tu refresco'”.
Nos preguntamos, ¿qué se necesita hacer para que a las deportistas se les brinden las mismas condiciones que a los hombres?, y ¿cómo lograr que se fomente el deporte y se obtengan resultados significativos en las competencias internacionales?
Cabe señalar que la Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (CONADE) canaliza un fideicomiso únicamente para las y los deportistas que se encuentren en los primeros dieciséis lugares a nivel nacional. Proporcionada por el Gobierno Federal, la beca Compromiso Integral de México con sus Atletas (CIMA) les brinda un seguro de gastos médicos mayores entre los que se encuentran: cirugías y consultas médicas dentro y fuera del estado en el que residen. Lo alarmante es que este seguro no contempla atención ginecológica a las mujeres deportistas, lo cual quiere decir que las becas están elaboradas únicamente en función de las necesidades de los hombres, como si las necesidades de éstos fueran universales.
La judoka mexicana Vanessa Zambotti nos cuenta que:
“Los hombres reciben más becas que nosotras, pero porque ellos están en la Marina y en el Ejército. A nosotras no nos meten ni en Ejército ni en la Marina y pues ellos reciben más dinero que nosotras”.
Ahora, si el apoyo que reciben las deportistas es con base en los resultados obtenidos, ¿por qué Maribel Domínguez, máxima goleadora con 46 goles en 49 partidos con la Selección Mexicana de Fútbol Femenil en Atenas 2004, recibió la mínima cantidad de dos mil pesos?
Queda claro que las autoridades deportivas no apuestan por el fútbol femenil. Vale la pena preguntarse si apoyar a las mujeres genera un temor por la pérdida de liderazgo masculino, o si se le da poca importancia por los prejuicios sobre los roles que debemos tener las mujeres. La desigualdad en el deporte tiene raíces profundas que deben ser discutidas para que las mujeres accedan a todas las disciplinas, en las mismas condiciones que los varones. Debe superarse la idea de que si sobresale una mujer se trata de una excepción, y dejar de considerar a las que destacan como “masculinas” por tener rasgos de fuerza y liderazgo.
Laura Serano, boxeadora mexicana Foto: spokeo.com
Las desigualdades de género son más evidentes en disciplinas como el boxeo. Laura Serrano, pionera del boxeo femenil mexicano, luchó en 1999 contra estas desigualdades al enfrentar a las autoridades mexicanas, consiguiendo que se erradicara el decreto presidencial expedido en 1947 que prohibía a las mujeres competir profesionalmente en esta disciplina. A consecuencia de esta ley, en los inicios de su carrera Laura tuvo que viajar a la cuidad de Las Vegas para boxear, ya que ahí no era ilegal.
A pesar de que se aprobó una normatividad que permite el boxeo femenil, las condiciones no son las mismas para las mujeres que para los hombres. Como muestra, al comparar los combates de boxeo mejor pagados, la remuneración de las mujeres llega apenas a los 30 mil dólares, mientras que los hombres al contender por un campeonato mundial perciben por lo menos 100 mil dólares.
Esto sin duda representa la lucha que las mujeres han tenido que emprender a lo largo de los años para incursionar en el deporte. Lamentablemente el precio por hacerlo es alto, pues no sólo reciben una pésima retribución económica, además deben enfrentar los estigmas de una sociedad sexista, lo cual se traduce en una falta de reconocimiento por su labor.
Desafortunadamente estas desigualdades han prevalecido en diferentes épocas, países y disciplinas deportivas. Charlotte Bradley, al preguntarle cuáles fueron los apoyos que recibió como atleta, respondió:
“Nada, y más porque ya no querían ver a mi hija en la instalación y todo mundo se quejaba. Yo la dejaba en el arenero mientras que yo me ponía a hacer repeticiones en la pista. Cuando ya no la dejaban entrar al comedor… dije ‘no, ya, aquí nadie me la va a cuidar y ¿qué voy a hacer?’, entonces, me pagaban la guardería […] pero en cuanto llegó Vázquez Raña ni guardería, ni nada”.
La falta de apoyo económico no es la única dificultad que enfrentan las mujeres en el deporte, la violencia mediática también dificulta su reconocimiento, ya que los medios dan escasa cobertura, tanto a las deportistas como a las disciplinas que practican.
“Desde el momento en que abres un periódico, todo es fútbol. El fútbol, el atletismo, todos son deportes y deben ir englobados en un mismo (nivel), pero en los medios de comunicación hay una razón muy poderosa (para que no sea así), que es dinero. ¿Los equipos más importantes quién los tiene? Los medios”.
Respondió Vanessa Zambotti al preguntarle cómo está representada la imagen de las mujeres deportistas en los medios de comunicación.
¿Pero qué sucede cuando las mujeres llegan a ser las protagonistas de la información? Son expuestas en los medios con poca ropa y en poses que resultan ofensivas y denigrantes, haciéndolas ver como un objeto sexual.
Un ejemplo de esto son dos artículos publicados por el periódico Récord el lunes 9 de junio de 2014 durante la celebración del mundial de Brasil 2014. La editorial publicó una imagen en donde aparecían distintas conductoras y comunicadoras, titulándolo: “20 grandes tuiteras mundialistas”. El periódico en una foto las presentaba como jóvenes, atractivas, delgadas, y las cosificaba al convertirlas en objetos sexuales, minimizando sus capacidades profesionales de comunicólogas. Por otra parte, en una imagen de la sección “las centrales Récord” aparece la tenista profesional Ana Ivanovic en traje de baño, invisibilizando su trabajo como deportista, ya que la exhiben como “el regalo del día”, resaltando sus atributos físicos y no abordando su trayectoria como deportista.
Estas formas de presentar el cuerpo de las mujeres como objeto de consumo para un público masculino fomentan la cultura de la violación y transgreden el artículo 6to Sección V de la ley LGAMVLV, que establece que:
“La violencia sexual es cualquier acto que degrada o daña el cuerpo y/o la sexualidad de la víctima y que por tanto atenta contra su libertad, dignidad e integridad física. Es una expresión de abuso de poder que implica la supremacía masculina sobre la mujer, al denigrarla o concebirla como objeto”.
Es fundamental insistir en que una forma de violencia hacia las mujeres es representarlas como objetos sexuales, o utilizar términos peyorativos y/o despectivos en las fotografías, títulos y en el contenido de las notas para referirse a ellas. Charlotte recuerda cómo se manifestaba esta violencia cuando se desempeñaba como corredora de fondo en los setenta:
“Entonces salen siempre en los encabezados (cosas como) ‘la Charlotte’, ‘la temperamental’, ‘la aguerrilucha’. Todo mundo me entrevistaba para decir la nota de la Charlotte… de la Bradley… No podían decir Charlotte ni Bradley decían la Bradley… la Charlotte. Ahora sé que eso es una forma muy velada de estigmatizar, pero antes no lo sabía”.
Otras formas en que se presenta la violencia contra las mujeres deportistas son el acoso y el abuso sexual, muchas veces como requisito para garantizar un lugar en su carrera deportiva. Charlotte Bradley opinó sobre esta situación para la revista Proceso:
“Los entrenadores que acosan y abusan sexualmente de sus alumnos seducen primero a los papás. Ganada la confianza de los progenitores, los hijos difícilmente se atreven a denunciar, lo que deja impunes a los violadores”.
Pero la violencia sexual no es exclusiva del deporte profesional, ya que en el deporte amateur las mujeres también son víctimas de ello. Pareciera que el hecho de portar ropa deportiva ajustada le da el derecho a los hombres de agredir a una mujer sexualmente.
Alín Osuna, corredora amateur, denunció en su blog Petite Fit la agresión sexual de la que había sido víctima por parte de Manuel Arcibar Villegas mientras se ejercitaba en un parque el 18 de febrero de 2015: “Hoy me siento agredida por un fulano que no vale nada, pero me siento violada por el sistema de justicia penal mexicano”, comentó Alín en su blog el 18 de febrero, ya que después de acudir a levantar la denuncia en contra de su agresor, la respuesta del Ministerio Público fue dejar en libertad al delincuente por falta de pruebas periciales. ¿Acaso necesitan otro feminicidio más para hacer algo al respecto?
Si éstas son las situaciones comunes por las que pasan las mujeres deportistas activas, ¿qué pueden esperar al término de su trayectoria deportiva? Un escaso apoyo institucional, que se ve reflejado en una condición económica precaria.
Vanessa Zambotti nos comparte lo que le significará retirarse como deportista:
“No hay ninguna compensación de esos catorce o quince años que estuviste dedicada a servir a tu país. Es muy triste que no haya una pensión para los deportistas retirados. Apenas el año pasado los de CONADE hicieron un fondo de retiro y cada mes te van depositando en una cuenta el diez por ciento de lo que recibes de beca, pero eso empezó apenas hace un año y te digo yo ya tengo catorce años en la selección nacional. Yo sé que cuando me retire voy a tener que buscar un trabajo, que voy a tener que volver a empezar, porque yo me voy a retirar a los treinta y tres”.
Tal vez uno de los casos más polémicos sobre el nulo seguimiento que las instituciones dan a las deportistas en México es el de Soraya Jiménez, primera mujer mexicana en la historia en ganar una medalla olímpica de oro -Sydney 2000 en la disciplina de halterofilia-.
Soraya Jiménez, Medalla de Oro, Sydney 2000 Foto: Reporte Yucatán
El sobreesfuerzo y el desgaste físicos le generaron con el paso del tiempo múltiples problemas de salud. Retirada en 2004, sufrió de una docena de operaciones en la pierna izquierda, la pérdida de un pulmón y varios paros cardiorrespiratorios. A pesar de esto, no obtuvo apoyo institucional, quedando en total desatención médica. La mejor pesista del siglo XX, falleció el 29 de marzo de 2013. Evidentemente las acciones que se emprenden para mejorar la situación son por parte de las mismas deportistas. Desde 1995 Charlotte Bradley cuenta con una asociación llamada Deporte, Mujer y Salud, A.C. (DEMUSA), la cual tiene como objetivo la defensa de los derechos de niñas y mujeres deportistas, denunciando los casos de violencia, hostigamiento y acoso sexual en este ámbito.
Por su parte, ante el poco apoyo que se les da a las mujeres porteras, la DT Tere Campos adaptó el patio trasero de su casa como un lugar de entrenamiento. En entrevista cuenta que ha sido un gran esfuerzo, por lo que se siente muy orgullosa. Su deseo es ayudar a las arqueras a realizar su sueño, como ella consiguió hacerlo.
Por su parte, Karla Schleske busca alternativas para que obstáculos como la falta de apoyo económico no representen una limitante sino un desafío. A pesar de la carga de entrenamiento que implica su disciplina, siempre encuentra el tiempo para trabajar y percibir un ingreso económico que le permita continuar con su trayectoria deportiva, sin dejar de ser constante para lograr su meta: llegar a los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016.
Después de su retiro, Vanessa Zambotti planea dar al deporte femenil lo que ella no tuvo en su carrera deportiva: un verdadero apoyo económico. A través de su preparación como comunicóloga en la Universidad del Valle de México, quiere poner en marcha un programa que busque recursos en la iniciativa privada para ayudar a las mujeres deportistas, específicamente a las judokas.
¿Qué implicará entonces, que las mujeres se encuentren en un espacio de dominación masculina? Que vivan y experimenten diversas facetas de la discriminación, como: violencia de género, violencia sexual, violencia económica, violencia sexista a través del lenguaje, entre otras.
Con este reportaje queremos contribuir a visibilizar el problema que enfrentan las mujeres deportistas y demostrar que puede haber un cambio social a su favor, mostrando que podemos incursionar en cualquier disciplina e ir en contra de un sistema hegemónico que se empeña en mantener la dominación y el poder patriarcal, imponiendo sus creencias sobre los estereotipos de género y la violencia que subyace en el machismo existente en todos los ámbitos.
La mexicalense #AlexaMoreno obtuvo un 4to. lugar en la Prueba de Piso en la Final de la Copa Mundial de Gimnasia 2016, en Portugal.
Queremos preguntarnos ¿qué puede hacerse desde la ciudadanía para lograr una reestructuración de este sistema? ¿Qué debemos hacer para no permitir estas situaciones, que afectan a las mujeres deportistas en todos los ámbitos de su vida?
¿Cuánto deporte femenino vemos? ¿Cuántas mujeres son directivas de equipos o de instituciones? ¿Cuántas Directoras Técnicas? ¿Cuántas mujeres hay en el arbitraje nacional? ¿Con cuántas analistas deportivas contamos?
Son pocas. ¿Por qué, a qué se debe? Desde que nacemos nos enseñan qué palabras utilizar, cómo comportarnos, qué vestir, qué gustos y qué espacios debemos o no ocupar con base en nuestro sexo biológico. Esta forma de asignar valores y actividades provoca que en la sociedad persistan prácticas sociales sexistas como las que señalan una y otra vez: “una mujer no puede”, “vete a la cocina”, “tienes que casarte”, “ten hijos”, “esto no es para ti”, “atiende a tu esposo”, “¿para qué estudias, si te vas a casar?” “búscate uno que te mantenga”, etc. Frases y actitudes como éstas contribuyen a limitar la libertad y las opciones de las mujeres para decidir dónde, cuándo y cómo llevar su vida.
Los casos aquí expuestos demuestran que el deporte no está exento de estas situaciones. Para contribuir a modificar esta realidad se requiere una transformación estructural, tanto educativa como política y económica, que garantice que en México sea posible ser mujer deportista en un entorno libre de violencia y en condiciones óptimas para un pleno desarrollo. ¿Será esto posible algún día? Nosotras esperamos que sí.
**Este reportaje fue coordinado por Roxana Foladori, realizador por estudiantes del área de concentración “Producción discursiva sobre sexualidad y género: cuerpo, identidades, regulación y ciudadanía” (generación 2015), de la Licenciatura en Comunicación Social de la UAM-Xochimilco. El equipo de escritoras de este reportaje ardemos de rabia por la discriminación existente por motivos de género que viven las mujeres deportistas de alto rendimiento en México, de quienes admiramos su tenacidad y valentía.
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